Históricamente está comprobado el grado de dificultad al que hace frente quien tiene como propuesta fundamental llevar a cabo las reformas, los cambios que modifiquen el statu quo de un sistema político; obviamente, por ese propósito encontrará las resistencias al cambio por una serie de factores prevalecientes en la estructura económica, social y política del contexto en cuestión. Así sucede, y el presidente López Obrador no podría ser la excepción, por cuanto a su calidad de líder de un movimiento social impulsado por esa lógica transformadora. No obstante, ya han transcurrido casi cuatro años de un periodo de seis y no se advierten los fundamentos sobre los cuales se vayan a edificar las nuevas estructuras, es más, lo realizado hasta ahora corre el riesgo de derrumbarse si la continuación del proyecto no se lleva a buen fin. Y en esas andamos cuando ya han transcurrido los años de gobierno durante los cuales un presidente de México ejerce el poder a plenitud, casi sin oposición al frente; recuérdese que en nuestro sistema político el inicio del quinto año (está a la vuelta de solo cuatro meses) marca el declive del poder presidencial, debido a la cercanía de definir a quien pudiera recoger la estafeta del cambio y que, una vez “destapado” “roba” la luz de los reflectores previamente acaparados por el sol cuyo ocaso se acerca. Es decir, está próxima la hora de recoger las varas de los tronantes cohetes que iluminaron el firmamento del poder absoluto. Es entonces cuando afloran las consecuencias de las acciones emprendidas para el pretendido cambio, ese fenómeno está sucediendo en nuestro país en estos días de reclamos provenientes de los factores de poder económico que se sienten afectados por las acciones tendientes al cambio. Los protagoniza la demanda de consulta presentada por el gobierno de los EEUU para en base a los mecanismos del Tratado Comercial discutir las disputas surgidas en materia energética. Sin embargo, las dificultades pudieran empeorar si las acciones para enfrentarlas no se acompañan con rigurosa disciplina, o se pretenda combatir con retórica saturada de disputa ideológica. Porque no es pleito callejero y ni la soberanía ni el petróleo están en disputa, sino un reclamo en base a la percepción de que acá se violan los términos inscritos en dicho Tratado suscrito por los gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá. Es mera coincidencia, pero este asunto surge justamente cuando se cumple un mes del asesinato de dos jesuitas en la sierra tarahumara, evento que provocó el airado reclamo de otro factor de poder en México, la Iglesia. “Ya éramos muchos y parió la abuela”, dicen en el llano cuando los problemas abruman.