Agencias/Sociedad 3.0
Suena raro pero la leche de cucaracha existe. En 2016 un equipo internacional de científicos, a través de un experimento, descubrieron que este producto es cuatro veces más nutritivo que la leche de vaca y piensan que podría ser la clave para alimentar a la población en el futuro.
De acuerdo a la biología, una persona pensaría que es imposible que las cucarachas produzcan leche porque son ovíparas, sin embargo, se ha demostrado que existe un tipo en concreto que es vivípara.
Se trata de la especie de cucaracha Diploptera punctata (cucaracha de ciprés o cucaracha escarabajo del Pacífico), que produce la denominada ‘leche de cucaracha‘, que consiste en la secreción de una sustancia cristalizada de aspecto lácteo que producen para amamantar a sus crías.
Esta especie es normal encontrarla en India, China, Australia, Hawái, Birmania, Tailandia, Samoa, Indonesia o Papúa Nueva Guinea.
Aunque dicho líquido resulta similar a la leche hay que aclarar que no es leche y no contiene lactosa. Sin embargo, se dice que contiene «un alto valor nutritivo, rico en proteínas, hidratos de carbono (azúcares fundamentalmente) y grasas».
Este producto aún no se distribuye ni se ha declarado como apta para el consumo humano, pero cabe recordar que existen otras culturas del mundo que sí se comen cucarachas y otros bichos parecidos, y en algunas ocasiones se consideran un manjar.
Además, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lleva un tiempo advirtiendo de la necesidad de incorporar a los insectos a nuestra dieta como remedio para aliviar los efectos del consumo agrícola y ganadero.
Los científicos apuntan a que esta leche de cucaracha en concreto es una gran fuente de calorías y nutrientes, para gente que necesitase comidas con alto contenido calórico.
Por tanto, es poco probable que por ahora formase parte de una dieta occidental como la nuestra, en la que, ya de por sí, tomamos muchas más calorías de las necesarias.
El objetivo ahora es conseguir replicar la secuencia del cristal de la proteína en los laboratorios, reproducirlo artificialmente en cantidades mucho mayores, de manera más eficiente y menos asquerosa, para un futuro consumo humano.