Primero, el escenario: ignorar la drástica sequía que sufren los pobladores de Monterrey no oculta su magnitud de potencial catástrofe. Inoculada por el miedo, la sociedad mexicana prosigue sumergida en la inconsciencia, porque convive con elevados índices de violencia sin reaccionar buscando el remedio necesario, condición que no augura buenos presagios. Escuchar el discurso de políticos, plenos de poder omnímodo, sin concebir los medios para ponerles dique sugiere un fenómeno de sociedad catatónica, caminando a la deriva y bordeando al filo del precipicio. Sed de agua, sed de justicia y tranquilidad y sed de ciudadanía genuinamente participativa figuran entre los síntomas característicos de una sociedad enferma. Porque Monterrey es un centro urbano con gran desarrollo industrial, allí se manifiesta con brutal rigor la sequía, un mal que se extiende por significativa extensión en el noreste del país ¿habrá quién por esto evoque la conocida hipótesis sobre las causas de la decadencia de la cultura Maya? La reciente captura de uno de los capos más renombrados en el país arroja información preocupante debido a sus implicaciones con feo matiz político, porque conduce a deducciones acerca de tenebrosos maridajes; y, peor aún, porque proporciona oportunidad al poderoso vecino del norte, capital del imperio occidental, para esgrimir su concepto de seguridad nacional e intervenir con mayor rigor en nuestros asuntos internos. Y se percibe en ciernes el conflicto legal y político que se aproxima con la inminencia de los procesos electorales, a través de los cuales se disputará la gobernanza de los centros más poblados del país (Edo, de México en 2023, y la CDMX, Jalisco y Veracruz en 2024, entre otros), el panorama se complica aún más, con nubarrones en su horizonte porque no es cosa menor para el marco normativo electoral el adelanto de acciones de orden político-electoral, en presunto desacato a los procedimientos establecidos por la ley de la materia. Tiempos de cambio dice el presidente López Obrador. Sólo que por eso sea, pero por añadidura, ahora en el renglón económico enfrentamos el amago de sanciones económicas por supuestamente haber violado los términos del Tratado comercial suscrito con los gobiernos de Canadá y de Estados Unidos; sobre cuál de las partes tiene la razón legal lo iremos conociendo con el avance de las negociaciones entre los quejosos, ojalá la suerte y fortaleza de nuestros argumentos nos acompañen como país. Pero si por nuestro lado nos limitamos a esgrimir argumentos con adobos ideológicos en lugar de fundamentos legales, entonces enfrentaremos serios inconvenientes económicos. Sin duda, todo esto configura un escenario semejante a un volcán en erupción.