El día 20 del mes en curso se cumple el plazo para saber si hubo acuerdos entre los gobiernos de México, los EEUU y el de Canadá respecto a las consultas que versan sobre presuntas violaciones al T-MEC por parte del gobierno de México. De no alcanzarlos será preciso instalar las mesas donde se dirimirán los puntos de controversias expuestos por los vecinos del norte respecto a acciones tomadas por nuestro gobierno por considerarlas lesivas a los intereses de sus inversionistas, según los términos del acuerdo comercial signado por los gobiernos de los tres países. Ojalá haya avenencia y no controversia, pero hay signos para el pesimismo por el adelanto presidencial sobre una respuesta para el 16 de septiembre, día del desfile conmemorativo de la independencia. Tal es porque el presidente López Obrador combina su acentuada inclinación hacia el discurso de un nacionalismo de modelo añoso, con su convicción sobre la conveniencia del Tratado Comercial con nuestros vecinos del norte. El jueves pasado, en su cena con empresarios, aseguró un “No” a la ruptura del T-MEC “…no solo porque tenemos la razón, sino porque no nos conviene, y no solo es México, no le conviene a Estados Unidos”, expresó. También habló de mandar carta a Biden, porque, según él, parece que no está enterado del contenido de dicho Tratado respeto a la soberanía nacional y califica de injerencista la referida iniciativa de consulta. Pero se ha comprobado que desde el norte la respuesta es expedita, porque el Departamento de Estado publicó su informe anual sobre inversiones a nivel mundial (2022 Investment Climate Statements), y respecto a México señala que el gobierno de López Obrador genera “preocupaciones sobre el compromiso (con) la transparencia”. Son versiones encontradas y preocupantes, más aún porque el alegato en base a la soberanía según lo entienda López Obrador, no se corresponde con la realidad de un mundo de economía globalizada donde un país cede en cada compromiso internacional una parte de su soberanía; y los Acuerdos, se entiende, son previamente consensados y bien comprendidos entre las partes. ¿Cuál podría ser entonces el desenlace inmediato: acuerdos previos o instalación de mesas de controversia? Si fuere esto último, entonces, el discurso del 16 de septiembre versará sobre el respeto y defensa de nuestra soberanía, no sin antes el “Grito” de la noche anterior para declamar ¡Vivas! a “los héroes que nos dieron patria”, y en ese viaje aprovechar para incluir a Pemex y a la Comisión Federal de Electricidad. Ese, no sería el mejor escenario.