Ayer, el colectivo “Otero Ciudadano” rindió merecido reconocimiento al distinguido jurista Alberto Sosa Hernández, expresidente del Poder Judicial veracruzano por dos periodos, entre otros de sus destacados méritos profesionales. En la abogacía, alcanzar el grado de magistrado del Tribunal de Justicia lleva inherente, por sí, una gran satisfacción, pues significa haber coronado una trayectoria profesional combinada con el mérito de cumplir una misión al servicio de la sociedad, la de impartir justicia con estricto apego al marco normativo vigente; esa condición adquiere grado máximo si además se logra la oportunidad de presidir uno de los tres poderes en que se divide el ejercicio público en nuestro país, el Poder Judicial, tal circunstancia la alcanzó en su ejercicio profesional Alberto Sosa, de allí el reconocimiento ciudadano a tan fructífera trayectoria. Por su parte, Otero Ciudadano, que bien lidera doña Leonor de la Miyar, al extender ese reconocimiento cumple con uno de los propósitos que le dieron origen, la esencia que lo justifica: otear en el contexto de la convivencia social la valía de quienes destacan por su labor, ya en el servicio público, o bien en cualquiera otra actividad de la convivencia humana. Porque en los tiempos actuales es necesario despertar y promover en el ánimo social la conveniencia de participar activamente en los asuntos concernientes a la vida en sociedad, principalmente involucrarse en los referidos a la cosa pública. Sería ocioso insistir en que la indiferencia ciudadana de este país hacia los asuntos públicos ha propiciado la generación de una clase política, que a su divorcio de los asuntos de interés social agrega el desmesurado afán de aprovecharse de las parcelas de poder para beneficio propio. Lo sarcástico de esto último radica en que ese poder lo delegamos nosotros, la sociedad, en individuos que emergen del contexto colectivo de nuestro entorno, pero que una vez asumidos en la condición de “políticos” olvidan lo que antes ofrecían. Durante el siglo XIX, en nuestra alborada nacional, desde el gobierno se promovía la creación de “pueblo político”, es decir de ciudadanos conscientes de su deber, que tuvieran capacidad de discernir cómo, por quién o por qué votar, de tal manera de crear conciencia de una responsabilidad solidaria entre el pueblo y el gobierno para no incurrir en aquello de que “el pueblo tiene el gobierno que se merece”, tal cual frecuentemente ocurre cuando dejamos al “aí” se va la integración de los órganos de gobierno. Tal debe ser la vocación de cualquier colectivo ciudadano, así es para Otero Ciudadano, que en esta ocasión confiere un reconocimiento a quien como Alberto Sosa Hernández se destaca en la función pública y desempeño profesional, como marco de convocatoria a otros colectivos, para hacer una ciudadanía participativa, inmersa en el quehacer de lo que a todos debe importar, la cosa pública, incluida la observación, critica y señalamientos sobre cómo nos gobiernan.