jueves, noviembre 21, 2024

Señales de nuestra evolución (¿o involución?) política

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Durante muchos años, gran parte de la población mexicana convivió y se mantuvo bajo un régimen político en el cual la figura del presidente de la república llenaba casi todo el universo de la cosa pública, y de sus decisiones, invariablemente unilaterales, manaban los programas sociales y la obra pública; por supuesto, también señalaba con su dedo flamígero a quienes serían diputados, senadores, gobernadores, secretarios de despacho y a su sucesor, sin mediar disputa alguna. Desde su nicho, el presidente de México era considerado un semidiós. Aquella fue la era de la “dictadura perfecta”, la del presidencialismo imperial, reflejada en la hegemonía priista, el partido injustamente denostado ahora, pese a haber sido solo uno más (aunque sin duda de toral importancia) de los instrumentos para mantener la vigencia del régimen “emanado de la Revolución Mexicana”. Tal escenario acaso sea percibido muy añejo a los oídos treintañeros de nuestro país, sin embargo, no mucho para las generaciones educadas durante ese periodo que, pese a sus graves defectos, su derrotero señalaba hacia la aurora del México pujante, el despertar del urbanismo, la migración del campo a la ciudad, aunque pleno de desigualdades sociales. Nada es perfecto en las obras del hombre. En aquellos entonces, hubiera sido impensable imaginar lo que ahora acontece en nuestro país, estremecido en su estructura política a causa de los cambios introducidos por las sucesivas alternancias en el gobierno nacional, hecho posible por una transición lenta, debido acaso a la diversidad y orientación del pensamiento político: PRI-PAN-MoReNa. A tumbos, pero caminamos. Lo corto del periodo no permite catalogar aún si lo que ahora sucede es evolución o involución política, pero ya es posible advertir señales de los cambios acontecidos; para atestiguarlo citemos lo sucedido en Puebla en los últimos días: el viernes pasado, visitó la capital poblana el Secretario de Gobernación, Adán López, para participar en un evento donde declaró abiertamente sus simpatías hacia el diputado Ignacio Mier como precandidato de MoReNa al gobierno estatal. Pronta fue la reacción del gobernador Barbosa, quien se manifestó en contra de esa actitud del referido Secretario. No obstante, sin importar las formas y dejando en evidencia que el gobernador no está en el ánimo del poder central, ayer sábado la nomenclatura de MoReNa encabezada por su dirigente formal, Mario Delgado, en la misma capital poblana ratificó que “Mier tiene derecho” a aspirar al gobierno de su entidad natal. En otros tiempos se hubiera dado por descartado que Ignacio Mier será el candidato de MoReNa a gobernar Puebla, ahora quién sabe. Sin embargo, Mier estuvo arropado con la presencia de gobernadores de su partido: el de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla; de Morelos, Cuauhtémoc Blanco; Sinaloa, Rubén Rocha, y San Luis Potosí, Richard Gallardo. Obviamente no estuvo Barbosa en plena demostración que hay bronca en el ejido (tampoco Cuitláhuac). Pero son formatos nuevos, que como la chimoltrufia igual dicen una como otra cosa, porque pudiera armarse un silogismo: si el evento de MoReNa en Puebla, encabezado por su presidente nacional, significa que Ignacio Mier es el bueno, entonces ¿tendríamos que deducir que, en base al mitin de Minatitlán al cual asistieron Delgado, Mier y otros jerarcas (pero no Cuitláhuac) para Veracruz “el bueno” sería Sergio Gutiérrez? No es tan fácil deducirlo porque en política la lógica formal se equivoca con mucha frecuencia.

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