Es dramático el escenario de nuestros días, trágico desde el lado mexicano y desde muchos puntos del orbe; aunque en realidad nada es que no haya sucedido o esté aconteciendo en alguna otra parte del planeta. Ya ocurrió en Colombia en la década de los ochenta del siglo pasado cuando todo ese escenario lo ocupaba Pablo Escobar Gaviria; por estos rumbos del planeta para nada nos solidarizamos con la tragedia migratoria de africanos del norte, que huyendo del hambre y la sed de sus países de origen para buscar en Europa mejores condiciones de vida, no superan la inmensa barrera del Mediterráneo, donde comúnmente encuentran sepultura. Ya una vez fuera de los medios pocos saben ya de la tragedia migratoria provocada por la invasión rusa en Ucrania. O, más cerquita, acá en el centro y sur de la república no percibimos el enorme problema social que ahora y a inmediato futuro representan los cientos de miles de migrantes que pululan por las ciudades y calles de nuestra frontera norte y aún no calibramos sus preocupantes efectos relativos a la seguridad pública y la economía de esos lugares. Muchos etcéteras más conforman el caudal de interrogantes respecto a nuestro acontecer nacional en el futuro inmediato, y resulta misión imposible según cuenta la historia, que la humanidad permanezca al margen de esa terrenal y casi determinante condición de cómo el hombre sigue siendo el lobo del hombre. Ayer amanecimos en Xalapa con el video en el cual se advierte cómo dos sicarios disparan y matan a una profesora en presencia de su nieto, quien en ese atentado resultó herido; antes, en Hidalgotitlán, un empresario fue baleado y su hija de tres años asesinada. Ambas son escenas dramáticas, producto de la cruel realidad de nuestros días. ¿Cómo detener la violencia en nuestro país? Cuando se creó el Estado Moderno, su fundamento principal fue el de otorgar Educación, Salud y Seguridad al entorno social que le correspondía, la atención a esas premisas quedaba a cargo del gobierno constituido a voluntad de los habitantes y pondera el grado que justifica su creación. Tales considerandos forman la base sobre la cual orbitan las fuerzas políticas organizadas (partidos políticos), las mismas que ofrecen resolver los problemas sociales, se encarnan en las clásicas y ya herrumbrosas promesas de políticos, pero, sucede casi siempre, finalmente yacen en el inmenso llano de los “asuntos pendientes por resolver”. ¿Hasta cuándo, quién lo sabe?