La presencia del secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, este lunes en Palacio Nacional, dista mucho de referirse solo a los temas del Diálogo de Alto Nivel que en materia económica viene a encabezar el funcionario de la Casa Blanca con su contraparte mexicano, el canciller Marcelo Ebrard. Casi podría decirse que ese diálogo es el pretexto para que el número dos de la administración Biden venga a México a reunirse con el presidente López Obrador con una agenda cargada en materia de seguridad, narcotráfico y migración, pero también —y quizás sea el tema más importante— en vísperas de que el mandatario mexicano dé su discurso sobre el TMEC y la relación con Estados Unidos el próximo 16 de septiembre, día de la Independencia nacional.
Blinken, a quien López Obrador ha criticado públicamente por “no estar bien informado” cuando opina sobre la gravedad de los asesinatos de periodistas en México o más recientemente cuando ha tachado de “metiches” las alertas de viaje que emitió el Departamento de Estado para que los ciudadanos estadounidenses no viajen a varios estados de la República mexicana por considerarlos inseguros o violentos, tendrá un encuentro privado con el presidente en el que sin duda habrá temas como la extradición de Rafael Caro Quintero, que sigue frenada por el fallo de un juez mexicano que le concedió al capo un amparo para evitar la “extradición inminente” de la que habló el fiscal de Estados Unidos, Merrick Garland, y obligar a que se cumplan todos los requisitos del tratado de extradición bilateral antes de que el narcotraficante sinaloense sea entregado a la justicia estadunidense.
Ese es uno de los temas que trae en su agenda el secretario de Estado, pero no es el único. La migración y la revisión de las acciones conjuntas para frenar la producción y el tráfico de fentanilo a los Estados Unidos también son parte de lo que el enviado de Washington planteará en su visita a Palacio Nacional junto con un tema más político que seguramente no está contenido en ninguna agenda o acuerdo formal, pero que sería absurdo pensar que no va a tocarse en la reunión privada. El anuncio reiterado del presidente López Obrador de que el 16 de septiembre, aniversario de la Independencia de México, dará un discurso político, en el que fijará su posición sobre el funcionamiento del T-MEC y la relación comercial y bilateral con los Estados Unidos, es algo que ha llamado la atención de Washington, igual que ha causado expectativa en América Latina.
Las quejas y reclamos públicos que ha expresado el mandatario mexicano, por las consultas solicitadas por el gobierno de Estados Unidos en contra de su política energética, a la que impugnaron en las mesas del T-MEC por considerarla “estatista y anticompetencia” han dejado claro que hay enojo en Palacio Nacional porque esas quejas o el tema nunca se lo planteó el presidente Biden al recibirlo en julio pasado en la oficina oval, como tampoco fue materia en su reunión con empresarios estadounidenses en Washington. Y aunque el propio López Obrador ha dejado ya en claro que “no vamos a romper el T-MEC porque nos necesitamos mutuamente”, la expectación por lo que dirá en su discurso es parte de lo que rondará el encuentro privado de hoy en Palacio.
La posición del presidente mexicano ha sido clara en defender su política energética y en no aceptar “opiniones de un gobierno extranjero” en reformas y leyes a un sector que él considera prioritario para su gobierno y para la soberanía energética del país; incluso declaró hace unas semanas que si se reunía con Blinken iba a defender su política energética. Pero está claro que la opinión de Washington y ahora también de Canadá, por las reformas legales en el sector eléctrico y petrolero que impulsó el gobierno mexicano, difiere de la visión de López Obrador y, en ese sentido será interesante saber si en la reunión se toca el tema del posicionamiento público que emitirá el mandatario mexicano el próximo viernes.
Un llamado a la moderación y a evitar discursos y mensajes que dañen la buena relación que mantienen los dos presidentes, no sería descartable en el encuentro entre López Obrador y Biden, aunque también, conociendo al presidente mexicano, difícilmente aceptará condicionamientos o modificarle “ni una sola coma” al discurso que, según dicen en Palacio, él mismo ha estado redactando y revisando con sus asesores de más confianza y en el que será claro y puntual en los temas que no le gustan en la relación bilateral, como son el injerencismo, la existencia de una “vieja práctica política” hegemónica y arcaica por parte de Washington y el respeto a los temas que para su administración son prioritarios en materia de soberanía.
En todo caso, lo que viene a traer Antony Blinken hasta Palacio Nacional son las “noticias del imperio” y muy seguramente el secretario de Estado transmitirá los mensajes, prioridades y preocupaciones de su jefe, el presidente Biden, sobre la relación y los acuerdos y compromisos que ambos gobiernos han contraído. En menos de una semana, el viernes 16 justo en plena conmemoración de los 212 años de la independencia mexicana y ante sus invitados especiales que vienen de varios países, sabremos si el discurso tan esperado de Andrés Manuel López Obrador, que tendrá efecto directo en la relación con el país vecino, se moderó o se exacerbó tras la visita de Blinken.
Notas indiscretas
Al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, le quedan ya menos de tres meses para terminar su presidencia que concluye en enero de 2023 con la elección de un nuevo ministro para encabezar a la Corte y al Consejo de la Judicatura Federal. A pesar de que su sucesión se adelantó desde hace varios meses y de que hay una “fiebre” de ministros y ministras que ya se mueven en pos de ocupar su cargo, a Zaldívar se le ve tranquilo, sereno y sin ningún tipo de presión por lo que venga después de que termine su presidencia. Lo más seguro, ha dicho el mismo ministro, es que permanezca después de su presidencia “como un ministro más”, por los dos años que le restan a su nombramiento en la Corte. “No estoy buscando ningún cargo, no quiero ser fiscal, porque hay un fiscal nombrado y en funciones, seguiré cumpliendo mi encargo de ministro siendo uno más y haciendo mi trabajo para mejorar la justicia y proteger los derechos humanos y la Constitución”, ha dicho el propio Zaldívar en pláticas recientes en las que asegura estar preparado para dejar de ser presidente y todo lo que conlleva el cargo y seguir su trabajo como jurista y ministro en los temas que han sido su prioridad como juzgador.
Así que, más allá de polémicas o campañas en su contra, Zaldívar dejará sin duda una presidencia dinámica e interesante en la Suprema Corte. Nunca ocultó ni negó su diálogo o incluso algunas de sus coincidencias con el presidente López Obrador, pero siempre ha defendido que “dialogar no es sumisión” y cuando se le cuestiona por su presunta cercanía con el Ejecutivo, siempre pide que se revisen sus fallos, votos y sentencias que no siempre fueron favorables al presidente y a su gobierno. Por lo demás, Arturo Zaldívar dejará herencias importantes e históricas para el Poder Judicial y la Corte: la primera, una reforma judicial que aún está aplicándose y aterrizando en la práctica y que busca mejorar la profesionalización de los jueces y magistrados, combatir la corrupción y erradicar las prácticas de nepotismo y endogamia que han caracterizado al Poder Judicial federal; la segunda un acercamiento y visita histórica a la realidad de los penales femeniles y a la situación injusta en la que viven las mujeres presas, con un programa que ya ha logrado la revisión y liberación de presidiarias que nunca tuvieron acceso a una defensa digna; y una que poco se le reconoce pero que visto en perspectiva es sin duda un logro: de la intención con la que llegó López Obrador, de desaparecer a la Suprema Corte y crear un nuevo “Tribunal Constitucional”, al respecto, aun con ataques, descalificaciones y presiones a los jueces, magistrados y ministros, sin duda Zaldívar fue un político hábil para capotear la ira del inquilino de Palacio y hacerlo desistir de su intención inicial de desaparecer y modificar al Poder Judicial tal y como está conformado actualmente.
Todo lo demás de la presidencia de Arturo Zaldívar Lelo De Larrea, lo juzgará la historia… Los peritajes judiciales que se realizaron a la casa que misteriosamente explotó en la ciudad de Saltillo y donde fallecieron 3 escoltas del Fiscal estatal, Gerardo Márquez Guevara, y 2 más resultaron gravemente heridos, arrojaron dos conclusiones importantes: la primera que la explosión fue causada por una acumulación de gas y un chispazo que tuvo lugar en la estufa que había en el inmueble, con lo que se descartó un atentado dirigido a los guardias del fiscal; y la segunda conclusión fue que la vivienda destruida no tenía cimientos y estaba construida solamente sobre una placa de concreto y metal, por lo cual los efectos de la explosión fueron mucho más dañinos y la construcción se derrumbó completamente ante las fallas de construcción. Esa última conclusión está provocando una nueva explosión, pero ahora política, porque ayer en diarios de Saltillo se publicó que la vivienda en cuestión, donde murieron los dos escoltas fue construida por la empresa JISA Bienes Raíces, que es propiedad de la familia del autonombrado candidato del PRI a la gubernatura de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas.
En el dictamen oficial realizado por el gobierno del estado, los peritos señalan que la vivienda “no contaba con cimientos y eso ocasionó su derrumbe total”. Ante tal anuncio los vecinos de las casas en el Fraccionamiento Santa Fe Cactus, donde se ubicaba la vivienda siniestrada, han anunciado que preparan demandas en contra de la empresa inmobiliaria y el asunto puede escalar a problemas serios ya que podrían llover en cascada miles de demandas. JISA fue la única constructora que creció en construcción de nuevos fraccionamientos, coincidentemente cuando Manolo Jiménez fue alcalde de la capital de Coahuila y ahora, el aspirante no sólo del PRI sino también de la maltrecha y casi rota Alianza Va Por México, podría enfrentar una serie de demandas y acusaciones por los vecinos del fraccionamiento Santa Fe Cactus, justo a unos meses de que se defina su posible candidatura. Veremos si a Manolo no le explota la mala construcción de las viviendas por parte de su empresa, tal y como explotó la casa donde murieron dos personas… Los dados mandan Serpiente Doble. La semana viene fuerte.