jueves, noviembre 21, 2024

¿Qué es México?

México es un verbo, igual que nacer, ser y crecer. México es un sustantivo, y se escribe “confianza”. México es chocolate, es río, es selva, caña, arena, naranja, café, tequila, nopal, montaña, chinampa, mezcal, maíz y litoral. A veces, México es muerte, pero no deja de ser resurrección. México es el triunfo de un pueblo que agasaja a sus difuntos convidándoles tamales, aguardiente, luz y calaveritas de azúcar. México es el héroe de Nacozari, el Calendario Azteca, Pito Pérez, el Niño Artillero, el Tigre de Santa Julia, el Pípila, Aura, Zapata, Madero, Pedro Infante, Juárez, Miroslava y el agua de jamaica.

Habitan la memoria de todo buen mexicano el sabor de los tacos al pastor, los frijoles con epazote y de los tamales de chile ajo, la silueta del Castillo de Chapultepec, los Amoroso, la letra de Bésame Mucho, la mirada de María Félix, los desaparecidos de Ayotzinapa, la voz del Charro Cantor, los valientes no asesinan, los asesinados en Monterrey, Minatitlán y Coatzacoalcos, los mineros muertos en las minas, la imagen del Zócalo y su bandera tricolor. Todos sabemos reconocer a Pedro Páramo, el mostrador de la tienda de la esquina, las cejas de Frida, el veinte de cobre y como nos aturde el 2 de Octubre que no se olvida. Todo mexicano te dice dónde nació Agustín Lara, dónde empieza el Laberinto de la Soledad, cómo se llega desde Aztlán a la Catedral Metropolitana, y hasta el que la envilece sabe a quién se festeja el 10 de Mayo. El mexicano recuerda los elegantes albures de Tin Tan, dónde está la cabeza de Pancho Villa, quienes son el Periquillo Sarniento, la Celestina, la Chabela, Alex Lora y la Tucita, las clases de oratoria con Cantinflas, con quién se casó Leona Vicario y qué agradece Pedro Vargas. México es un café con piquete en el velorio de Chucho el Roto, el vals en la boda de Juan Charrasqueado y una jaculatoria en la casa de la Güera Rodríguez. Somos involuntarios protagonistas de la triste historia de Iztaccíhuatl y su amado Popocatépetl. Luchamos junto a El Santo y Blue Demon en contra de la Llorona y el Monstruo de la Laguna Verde. Somos hijos de Hernán Cortés y la Malinche, y eso no nos lo podemos perdonar. Será por eso que hay tanto hijo de la chingada. Somos descendientes de Teotihuacan y San Juan de Ulúa, de los Olmecas y Totonacas, paisanos de Porfirio Díaz, Amado Nervo, el “Púas” Olivares, Los Bandidos de Río Frío, Monsiváis e Ignacio Zaragoza, Memín Pinguín, Jaime Sabines, Cárdenas, la Familia Burrón, Hidalgo, Chespirito, Santa Anna, Brozo Los de abajo y los Supermachos. Somos demócratas mientras no tenemos candidato aunque ahora el Peje sea presidente. Somos trompo, balero, volado y papalote. Antagonistas de los narcos, admiradores del Cochiloco o del Chapo. Somos criollos, mestizos, nativos, vecinos y extraños. Somos muy machos, pero somos hombres hasta aprender a intimidar a la misoginia y la homofobia. Somos ansiedad constante, nunca derrota permanente. Somos búsqueda infinita, no destino inevitable.

México es corazón, serenidad, exaltación. Pretérito sin presente, presente sin futuro, futuro perpetuamente promisorio. México siempre tiene la razón, y cada 3 o 6 años se desengaña, rectifica y se equivoca. En México es menos la desdicha que habita en su pobreza, que la inaceptable miseria que inunda su minúscula opulencia. México es voluntad, palabra, poesía, canto, trazo, bailable, sinfonía, jarana y carnaval. México es el Dios del Sol seducido por el sortilegio de la Luna. Somos hermanos, hijos de Quetzálcoatl y la Virgen de Extremadura, estandarte de la conquista que hizo su templo en el Cerro del Tepeyac. Nos ilumina la Luna llena en pleno mediodía. Somos fuerza, corazón, talento, humor y voluntad. En ningún hijo digno de esta tierra, en nadie que se presuma buen mexicano, debería tener cabida el egoísmo, la avaricia, la envidia, la mediocridad, el desconsuelo, la intransigencia o la sinrazón. No somos intolerantes, somos excluyentes. No somos indiscretos, sino prejuiciosos. Somos perfectos, hasta que se rompe nuestro espejito encantado. Confundimos en nuestro provecho unidad con unanimidad, y creemos que las coincidencias existen si nos dan la razón. Pero somos. Queremos ser. Intentamos serlo. Mexicanos al grito de “Civilidad”. Que viva nuestro País. Que vivan los mexicanos, de nacencia y adopción, que no es lo mismo, pero es igual. Que vivamos todos, que aprendamos a vivir. No somos diferentes, aunque pensemos distinto. Somos lo mismo iglesia que pirámide, tehuana, china poblana, jarocho, tapatío y yucateco. El único requisito es la buena voluntad. Con dosis simétricas de orgullo y humildad. Con la aceptación de los defectos propios y el reconocimiento de virtudes ajenas. Con el perdón que no demanda del olvido.


Ahora en medio de los estragos de esta pandemia que no acaba de irse declaro enfático que amo orgullosamente a mi País. Lo quiero, con todas sus sombras, y por todos sus resplandores. Porque es y somos mi padre, mi madre, mis hijos, mis amigos, que son mi otra familia, y todos los desconocidos que son mis hermanos, paridos todos por la misma Patria. Es México. Un amigo cabal en tiempos de incertidumbre. Correspondo a su confianza. Creo en él. Un país es un trabajo, un hogar, un refugio, una patria, una tierra, una siembra. Una contradicción que ilumina la mirada. Es conciencia, cultura, amor, compromiso, paradoja. Creo en el águila devorando a la serpiente. La nobleza sojuzgando a la perfidia. Porque México es más de lo que vemos, y mucho de lo que sentimos. México es un adjetivo, sinónimo de “chingón”. Vivamos la noche del grito, y convivamos todos los días. Yo digo que Viva México Siempre!!!

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