Si otra cosa no ocurre todo pinta para que en la semana en curso el tema destacado en las agendas ciudadana y la pública será el relativo a la reforma electoral, desplazando eventualmente a las supuestas denuncias en el extranjero contra el expresidente Felipe Calderón puestas en circulación por el Secretario de Gobernación, quizás como mecanismo distractor, aunque no encontraron el eco deseado. Ni duda cabe de la necesidad de usar distractores para desviar la atención del candente asunto de Ayotzinapa, convertido ahora en virtual boomerang contra la Comisión de la Verdad cuyo titular, Alejandro Encinas, permanecerá bastante ocupado en atender las demandas formuladas en su contra por los abogados de los cuatro militares detenidos por efectos de su investigación. Pero, además, la dosificación de las revelaciones derivadas del hackeo a los archivos militares constituye una grave preocupación para el gobierno federal, por su contenido posiblemente comprometedor, ese es un expediente que permanece en el imaginario colectivo como espada de Damocles. Pero, por ahora el tema de la semana versará sobre la reforma electoral, porque de aprobarse daría al traste con el INE, un órgano autónomo nacido en 1990 como IFE para dar certeza, credibilidad y transparencia a los resultados electorales en el país. Cualquier análisis en retrospectiva podrá concluir en lo valioso de su existencia para el impulso, fortalecimiento y consolidación de nuestra democracia. Voces hay que descalifican la actuación del INE, como la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), para quien el órgano electoral es autónomo solo de nombre, y no duda en calificarlo de instrumento parcial, “de sabotaje de la voluntad del pueblo, que solo han servido para el mantenimiento de vicios que por años han manchado los procesos electorales”. Aunque desafina cuando se refiere a “recuperar la confianza en las instituciones…” porque gracias al IFE-INE ha habido transición y alternancia pacíficas, es decir, por la vía electoral llegaron los gobiernos de la CDMX desde 1997, cuando el PRD derrotó al PRI; y en 2000, 2006, 2012 y 2018, ha organizado las cuatro elecciones presidenciales de este siglo, que han permitido respectivas asunciones al poder de tres diferentes partidos, PAN-PRI-MoReNa, con pleno respeto a la voluntad popular emitida en las urnas. Caso candente el de la reforma electoral sin duda, porque cuanto ocurra con el INE estará en juego la evolución futura del país en materia de democracia. Que todo sea para bien.