Este nuevo modelo de investigación sí me late matarili lirilón. En los viejos y aburridos tiempos cualquier tesis para titulación, todo trabajo periodístico, tristemente requería no sólo de un esfuerzo intelectual, sino también de un sostén bibliográfico, una estructura de datos duros que nada más lo complicaban todo. Digo, hasta en los albures se requería de cierto nivel de verosimilitud, por eso al rematar un dicho se decía: “A las pruebas me remito”. Eso por suerte ya cambió y ahora lo más importante es tirar puros rollos de tu ronco pecho, sin necesidad de tener veracidad ni credibilidad. Basta y sobra con decir a mí me lo contó la suegra de un amigo que no vino a la fiesta, lo vi en mis sueños bajo los efectos de algún estupefaciente, tengo ahí unos tuits guardados en el disco duro, me pasaron unas fotocopias como las de Margarita, o me lo contaron personajes muy objetivos que odian a muerte a AMLO, el objeto de estudio. Tal es el caso del libro El rey del cash –no sé por qué algunos lo llaman libelo— que anda generando mucho apoyo entre la derechairiza, porque plantea más o menos que López Obrador robó más que López Portillo, Miguel de la Madrid, los hermanos Salinas, Zedillo, Fox y su familia, más que Calderón en la barda de la refinería que nunca jamás existió, y no se diga de mi licenciado Peña y la Estafa maestra, entre otras maravillas. El rey del cash, de la señora Elena Chávez, plantea que a Palacio llegan por la puerta trasera, día y noche, tráileres llenos de dinero proveniente de Moscú, La Habana y varios más, que son manejados por Iván Drago, con el apoyo de venezolanos y cubanos que llegan cantando las clásicas de Chico Che Guevara. Algo muy sólido y profundo, aunque carezca de información fidedigna, verificable, evaluable, pues enhorabuena, el texto está cuajado de un sentimiento de odio, rencor y venganza, en un muy sentido homenaje a la odientóloga Ximénez, Kinky Téllez, la dotora Dresser y Claudio XXX González.
No hace falta ningún rigor periodístico, ni de investigación documental, cuando se puede ofrecer un periodismo de política ficción en deuda con los Loret, Peniley y Martín Moreno, cuya obra, diría el doctor Chapatín, da ñáñaras. Es lo malo de creer que Kapuscinski es una nueva bebida del Starbucks.
Seguramente la señora Chávez pronto escribirá libros del tipo “Chiflano Aureoles, la verdadera izquierda” y “La Guacamaya ama en cuaresma”.
El rey del cash te hace decir ash.