El 22 de septiembre conocimos de la euforia despertada en el grupo opositor del senado por haber impedido en compacto grupo la aprobación del dictamen que prolonga la participación de las fuerzas armadas en labores de seguridad pública de 2024 al 2028, en análisis publicado el día 23 nuestro aserto fue sobre la percepción de una pírrica y muy eventual “victoria”: “El festejo ha sido lúdicamente celebrado, aunque en realidad la risa de ahora pudiera ser opacada por la enorme carcajada haciendo honor al “quien ríe al último ríe mejor”, en caso del éxito de las “negociaciones” implementadas en la Secretaría de Gobernación… Por el momento, en el caso de la multicitada iniciativa presidencial discutida en el senado aún tendremos que aguardar los plazos legislativos, después ya tendremos oportunidad de saber a cuál de los grupos en pugna corresponde tronar los cohetes y al otro recoger las varas.” Esto último lo acabamos de saber después del exitoso epilogo suscrito por Monreal y el Secretario de Gobernación al “sacar” adelante una iniciativa, que, si bien ha sido metamorfoseada al gusto de algunos senadores priistas y perredistas de “la oposición”, finalmente concede la prorroga del plazo. Acerca de las consecuencias de esta reforma constitucional las iremos conociendo tras el curso de su vigencia y los acontecimientos, pero sin duda ocasiona un drástico giro a la participación militar en labores de seguridad pública; que por cierto fue una permanente exigencia formulada a los presidentes Calderón y Peña Nieta, quienes se resistieron a procesarla por las implicaciones del caso. Los aplausos se los lleva el presidente López Obrador, pero el mérito de haber conseguido la aprobación lo tienen el senador Monreal, quien se afanó en el cabildeo legislativo y logró la mayoría calificada, apoyado, claro, en el subyacente peso específico del cargo de Secretario de Gobernación, personificado ahora por Adán Augusto López, poseedor acaso de gruesos expedientes que habrían sido mostrados a Osorio Chong, Mancera y otros más para “convencerlos” de las bondades de la propuesta de reforma constitucional que, adicionalmente servirá como eventual bálsamo para las cúpulas de las fuerzas armadas. Si gobernar es administrar, política es negociar, ni duda cabe.