domingo, noviembre 17, 2024

“¡Pa-pa-patarrajada!”

Agencias/Sociedad 3.0

De veras que me sorprendió la enorme cantidad de acarreados y patarrajadas que fueron a la marcha de ayer domingo. Incluso estaban por ahí los acarreados de Operación Mamut, el programa del Canal Once de humor político que comparto con mis grandes camaradas Nora Huerta y Fernando Rivera Calderón, que fueron recibidos con mucho cariño y amortz por acarreados y patarrajadas. (De repente me sentí como el Maluma de la chairósfera.) Bueno, había tanto acarreado ahí, que me puedo contar entre sus miembros. Y todo por tortas y frutsis. Lo que hace uno por hambre. Si así se reunieron chingomil personas (o hasta 4 millones según los métodos de conteo del exdirector CISEN de Calderón, Guillermo Valdés que es un genio) imaginemos cuánta convocatoria se habría dado de haberse ofrecido guajolotas, salchipulpos y gomichelas.

Terrible ver a un millón doscientas mil almas llevadas prácticamente a empellones, a jalones y con amenazas en calidad de bultos, tristes, cansados, ojerosos y sin ilusiones. Cantaban, bailaban, sonreían, gritaban, se abrazaban y se manifestaban a favor del autócrata con una alegría que a leguas se veía fingida.

Seguramente por eso, se escucharon consignas como aquella de “¡Pa-pa-patarrajada!” del mítico CEU que de manera burlona le daba vuelta a los dichos nada clasistas ni racistas que se soltaban por el Twitter por parte de admirables personajes de la oposición y sus bien intencionados bots. Otra que se coreaba muy a fuerza: “¡Guan, tu, tri, chingue a su madre el PRI; tri, tu, guan, chingue su madre el PAN!”

Me sorprendió que en su justo afán por denostar la marcha, la dotora Denise Dresser —que solo tiene ideas premodernas pero propias— copiara la misma cita citable que anduvo empujando el fifí alfa, Claudio XXX González, en donde Jorge Volpi (un escritor que seguramente está encerrado en un gulag, sus libros son quemados y su documental de Netflix es censurado) afirma que esta sería la marcha del dictador y la dictadura, que “no marcha para ser escuchado sino para silenciar”. Con razón había tanta algarabía, tanto regocijo.

Me sentí tan mal ante todo esto, por formar parte de esta masa manipulada por sátrapa que no acepta las maravillas kukluxpanistas ni cree en la Estafas maestras, que busqué a Sandra Baticuevas para entregarme por ser un auto acarreado, con la esperanza de que con una terapia me volviera fifí, monrealista, prianchuchista y feligrés de la Iglesia de las Kinky Téllez descalzas. 

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