Inmersa en la vorágine de las fiestas decembrinas la conciencia colectiva busca fugarse de su complicada realidad y deriva pensamiento y acción hacia una mezcla de recogimiento y frenesí fiestero, solo limitado, ¡y de qué manera! por la angustiosa cortedad económica. En ese contexto estamos cerrando un año pleno de acontecimientos en el país y el mundo, de hecho, nada nuevo en el acontecer humano porque casi siempre así ha sido. Pero en México estamos transitando a través de una constelación de crisis extrañamente puestas en concordato. Recordamos de 1994 los horrorosos “errores de diciembre” que empujaron, ya devaluado el peso, a la economía nacional hacia una grave crisis económica que, gracias al presidente Clinton por su interesada ayuda a Zedillo, pudimos superar. En política, aún no se disipaba el olor sangriento de la pólvora de los homicidios contra Colosio y Rius Messeiu. En 2000, estrenábamos una alternancia política que produjo desazón entre los priistas y grandes expectativas en la ciudadanía que había decidido cambiar de caballo. En 2006, las huestes bajo el mando de López Obrador se apretaban con singular vehemencia para bloquear Reforma, en protesta por el supuesto fraude al “presidente legítimo”. Y hace cinco años, en 2018, buena parte de la población mexicana celebraba el arribo del “gobierno del cambio” porque levantó, como Fox, amplias perspectivas para, ahora sí, México encontrara el camino del progreso sin corrupción y en paz, si esto se ha conseguido o se perciben visos de poder alcanzarlo, cada quien es libre de formular sus propias conclusiones. Y acá en la aldea, donde conocimos la alternancia partidista en el gobierno estatal hasta 2016, el escenario no era muy diferente por cuanto a nuestra condición de ser parte de la federación mexicana, y porque “lo accesorio corre la suerte del principal”. Sin embargo, durante los 22 años del presente siglo, nuestras circunstancias no demuestran avances sustantivos en materia económica, pues sectorialmente el agropecuario, la industria y Servicios son Sectores cuyo andar se asemeja al de los cangrejos, no avanzamos, pero aumenta la población y con ello el desempleo y mayor número de personas en condiciones de pobreza, la asimetría social es más aguda. Políticamente, Veracruz no ha corrido con suerte, la docena de años (2004-2016), de perniciosa amalgama continuista bajo la égida de un excedido patrimonialismo, defenestró al PRI y abrió la puerta a la alternancia en 2016 cuando el PAN llegó al poder, y quizás aún allí permanecería de no haber interferido en 2018 el enorme influjo de López Obrador causando el sunami electoral en todo el país. Ya iniciado el quinto año de la administración estatal encabezada por Cuitláhuac García, acercándose el ocaso del poderoso efluvio lopezobradorista, las circunstancias en la entidad veracruzana no permiten avizorar una clara lectura que asome la invencibilidad electoral de MoReNa, personajes y circunstancias de uno y otro bando con sus acciones lo irán dilucidando en el correr del tiempo. Por el momento, como festejara con cadencioso entono la Sonora Veracruz: “Solo tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor”. Lo del dinero queda a la vario pinta idiosincrasia de cada quien, pero la salud y el amor seguirán siendo el bien más preciado del género humano.