Serpientes y Escaleras
Con la presentación de los programas de trabajo de cada uno de los cinco ministros que aspiran a convertirse en presidente o presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se inició formalmente el proceso interno para elegir al sustituto del ministro Arturo Zaldívar y a la nueva cabeza del Poder Judicial de la Federación. Lo que viene en los 24 días que le restan a este año es un juego de cabildeos, cortejos, presiones y hasta amenazas de los cinco aspirantes que se irán depurando en el camino y que buscarán presencialmente a sus pares para pedirles sus votos, construir alianzas y llegar lo más fuertes posible a la primera votación interna que tendrá lugar en el pleno de la Corte el 2 de enero de 2023.
Pero nada garantiza que ese día se defina ya el nombre de la ministra o el ministro que ocupará la Presidencia de la Corte, porque de haber un empate o si ninguno de los candidatos reúne la mayoría de votos, se tendría que convocar a una segunda votación en una nueva sesión, que sería una especie de segunda vuelta a la que llegarían sólo los que tengan más votos y apoyos y, de no resolverse tampoco en esa segunda sesión, se convocaría a otra y así hasta que haya un ganador claro y contundente por mayoría de los 11 votos para presidir la Corte.
Aunque la sucesión de un poder tan relevante como lo es el Judicial siempre despierta interés y expectación, sobre todo en una época donde el papel de la Suprema Corte se ha vuelto cada vez más visible e importante, por ser el último reducto al que acuden opositores, empresarios, inversionistas y ciudadanos ante los abusos y excesos de una presidencia autoritaria y avasallante como la de López Obrador, la realidad es que todo ocurre al interior de la Corte y difícilmente veremos pugnas, escarceos o golpeteos públicos dentro de la contienda por la presidencia del Poder Judicial.
Eso no quita que al interior haya empezado desde ayer un proceso en el que, como si se tratara de «Los Juegos del Hambre», versión ministros, cada uno de los aspirantes echará mano de sus habilidades de cabildeo y convencimiento para tratar de jalar votos a su causa e incluso, dependiendo del estilo particular de cada candidato o candidata, no se descarta que jueguen rudo y que, si no logran convencer «por la buena» a sus pares de que los apoyen, también recurran a maniobras o mecanismos «poco ortodoxos» que rayen en la presión y, según nos dicen ministros actuales y exministros que han vivido estos procesos, a veces hasta amenazas, veladas o explícitas (que pueden ser verbales, con expedientes negros o campañas en la prensa o en columnas políticas), para tratar de presionar un voto a favor de determinado candidato.
Cada ministro de los que aspiran a ocupar la presidencia opera por su propia cuenta, pero algunos de ellos recurren también a cabilderos u operadores ya sean internos o externos. Por ejemplo, de los actuales aspirantes, se dice en los pasillos de la Corte que la ministra Yasmín Esquivel Mossa cuenta con el apoyo y los oficios del exconsejero Jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra, quien conoce muy bien a todos los ministros y los intrincados procesos de la Corte que operó personalmente cuando fue el hombre de confianza del presidente López Obrador.
Otro aspirante fuerte, el ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, tiene el apoyo del presidente saliente, Arturo Zaldívar, además de contar también con algunos operadores externos que le ayudan a impulsar su candidatura mediáticamente. Con más bajo perfil, pero no menos activa, se ve a la ministra Norma Piña, quien echa mano de sus relaciones internas y dialoga ya con varios ministros; igual que lo hace el ministro Alberto Pérez Dayán, que ha empezado a buscar a sus pares para explicarles su proyecto de trabajo para la Corte y tratar de sumar apoyos.
Así que, sin que muchos de nosotros lo veamos, ni haya expresiones públicas, lo que comienza hacia dentro de la Suprema Corte son una serie de escarceos, llamadas telefónicas, reuniones presenciales y cabildeos que arreciarán de aquí al 15 de diciembre, cuando los ministros se van de vacaciones para regresar hasta el 2 de enero de 2023 a la primera sesión. Seguro aún a la distancia, los que quieren y necesitan el voto en aras de una presidencia -que por primera vez podría ser ocupada por una mujer o quizás siga en mano de los hombres- buscarán a sus pares de manera remota o acudirán a buscarlos a sus casas para sostener reuniones y pedir los apoyos para llegar a la primera votación apenas empiece el nuevo año.
En este proceso, nos dicen fuentes directas de la Corte, no se ve el mismo interés de Palacio Nacional ni del presidente López Obrador y sus operadores políticos que cuando se eligió, hace cuatro años, al ministro Arturo Zaldívar. «El Presidente no se está metiendo para nada ni está apoyando en particular a ningún aspirante», nos dijo un alto funcionario de la Corte, quien confió en que, de manera institucional y democrática, los 11 ministros procesen este nombramiento sin que haya turbulencias ni divisiones en el pleno del Poder Judicial.