En adelante, todo lo que suceda en el ámbito de lo público en México estará afectado por el tema electoral.
Desde los comicios que se celebrarán este año en los estados de México y Coahuila, pasando por el proselitismo desenfrenado e ilegal de varios de los aspirantes a suceder a Andrés Manuel López Obrador en la silla presidencial y las grillas locales en las entidades federativas, todo girará en torno de los intereses que estarán en juego.
De hecho, todos los temas públicos están siendo ensuciados por las desbocadas carreras de las llamadas “corcholatas” por posicionarse en el ánimo popular. Y sobre todo en el de “ya saben quién”.
La semana pasada, el secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández inició en Veracruz una gira nacional sin más objeto que el de promoverse políticamente, con el pretexto de “explicar” una reforma electoral que no se aprobó en los términos más regresivos que pretendía el régimen, pero que de cualquier forma impactará negativamente en la organización de los próximos comicios.
Sin empacho alguno, el tabasqueño se embarcó en un “tour” electoral abandonando sus obligaciones como responsable de la política interna del país, en medio de un clima de crispación política y social que él mismo contribuye a enrarecer aún más cuando ataca a los partidos de oposición y a los órganos electorales en sus vacías peroratas.
Eso, mientras la aspirante que había tomado la ventaja burlando la ley para placearse también por todo el país fue frenada en seco por el que parece ser su “talón de Aquiles”. Claudia Sheinbaum se vio obligada a detenerse momentáneamente como candidata y a ejercer como jefa de Gobierno de la Ciudad de México ante las constantes fallas y accidentes de un desvencijado Sistema de Transporte Colectivo Metro, acabado ejemplo de lo que representan y provocan las políticas “austericidas” de los regímenes de la autoproclamada “cuarta transformación”.
Entre tanto, quedó la prueba de su nulo respeto por la ley materializada en decenas y decenas de espectaculares y pintas con su imagen por todo el país y la frase #EsClaudia, que se le ha revertido en redes al ser asociada con su irresponsabilidad al dejar al garete el cargo para en su lugar, hacer politiquería.
En el caso del canciller Marcelo Ebrard, mientras se anota varios puntos positivos con su operación en temas de política internacional –le salió bien sin duda la última cumbre trilateral México-Estados Unidos-Canadá-, teje alianzas con varios actores políticos de dudosa reputación a nivel nacional y local, que no necesariamente le servirían para impulsar una candidatura presidencial por Morena. Pero por otro partido, quién sabe.
Aunque los otros partidos parecen estar tan rezagados respecto de Morena, que para muy poco podría alcanzarles si no postulan a un candidato o candidata verdaderamente de peso, con propuestas consistentes que llamen a la conciliación nacional y a frenar la destrucción institucional en México a cambio de la repartición de dádivas. A la oposición no parece correrle mucha prisa. Hasta pareciera que no estuviera a un paso de ser extinguida.
Empero, las ambiciones personales cada vez se contienen menos y muestran que el régimen tiene grietas que pueden hacerse más grandes. Como en Coahuila, donde un (ex) subsecretario de alto nivel del gobierno de López Obrador será candidato a la gubernatura por el PT, rompiendo la coalición oficialista luego de un proceso de “encuestas” que ya no esconden los “dedazos” flagrantes, al más puro estilo del PRI de siempre.
Y la decisión sobre quién será la o el candidato del régimen a la Presidencia y a los gobiernos estatales en 2024 se va a tomar de la misma forma que hicieron en Coahuila. Y cómo ahí, las grietas del régimen se pueden convertir en un boquete.
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