Una pregunta flota en el ambiente político del país ¿por qué hasta ahora ninguno de quienes han presidido el gobierno de la Ciudad de México ha podido ser candidato presidencial del partido en el gobierno? Esto es, casi todos han sido colocados en la antesala de la candidatura a la presidencia de México, pero nadie ha podido escalar para presidir el Poder Ejecutivo de la Federación. Hagamos un somero recuento histórico a partir de la permanencia del PRI en la presidencia del país: cuando Miguel Alemán Valdés (1946-1952) nombró Regente capitalino a Fernando Casas Alemán, a quien no pocos futuristas vieron con amplias posibilidades sucesorias, no obstante, enfrentó deficientemente una muy dañosa inundación en la ciudad y sus momios redujeron sensiblemente la posible candidatura, si bien pudo haber estado en el ánimo presidencial el favorecido fue el Secretario de Gobernación, Adolfo Ruiz Cortines, para el periodo 1952-1958); nombró don Adolfo en la Regencia del Distrito Federal a Ernesto Uruchurtu, conocido como “el Regente de Hierro” porque mostró rasgos de intolerancia en materia de la delincuencia y en el ordenamiento urbano, pese a su protagonismo político, la competencia parecía ganarla el Secretario de Agricultura, Gilberto Flores Muñoz, quien había coordinado la campaña presidencial de don Adolfo y encabezaba, aparentemente su preferencia, pero el dedo destapador señaló hacia el Secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos (1958-1964). Uruchurtu repitió en la Regencia del Distrito Federal con ALM, pero éste inclinó la balanza a favor del Secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), con quien repitió Uruchurtu en la Regencia, hasta 1966 cuando renunció al cargo, siendo sustituido por el general y licenciado Alfonso Corona del Rosal, quien había presidido el PRI durante la campaña de don Gustavo. En ese periodo fue fuerte el rumor de la posible candidatura de Corona del Rosal, aunque no le favorecía su calidad de militar pues entonces estaba en boga el perfil civilista de los presidentes; además, el Movimiento del 68 alteró sensiblemente todo el proceso sucesorio y el favorecido resultó Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), quien nombró Regente a Alfonso Martínez Domínguez, presidente del PRI durante la campaña y un operador político muy del estilo de Monreal, habilidoso y cabildero, que le podría complicar a Echeverría su proyecto sucesorio; los Halcones de Julio de 1971 propiciaron la renuncia de Martínez Domínguez y en su lugar el presidente designó a Octavio Sentíes, cuya trayectoria no le alcanzaba para competir por la presidencia, más aún con la intensa actividad de Mario Moya Palencia en Gobernación a quien la clase política percibía como el posible sucesor, no lo fue porque Echeverría decidió por López Portillo (1976-1982), quien designó como Regente a Carlos Hank González, inhabilitado para la presidencia porque el artículo 82 constitucional prescribía el requisito de ser hijo de mexicanos para ser presidente de México, entonces el escogido fue Miguel de la Madrid (1982-1988), quien nombró a Ramón Aguirre en la Regencia, de perfil insuficiente para competir con Manuel Bartlett y Salinas de Gortari, éste último fue el sucesor para 1988-1994). Ahora, el Regente fue Manuel Camacho Solís, amigo personal de Salinas y su eficiente operador político, pese a todo, el destapado fue Luis Donaldo Colosio, aunque por los motivos conocidos el presidente fue Ernesto Zedillo (1994-2000), quien designó en la Regencia a Manuel Aguilera y después a Oscar Espinosa Villareal. Por la reforma electoral de 1996 al cargo de la Jefatura de Gobierno de la CDMX se accede por elección popular a partir de 1997, cuando el PRI la perdió frente al PRD de Cuauhtémoc Cárdenas (1997-2000), quien en el año 2000 fue postulado a la presidencia, por segunda ocasión por el PRD sin alcanzar el objetivo. En 2000 el partido del Sol Azteca postuló a Manuel López Obrador a la jefatura de la CDMX y la ganó, pero no la presidencia cuando la buscó en 2006. Marcelo Ebrard fue Jefe de Gobierno de la CDMX (2006-2012), pero en 2012 declinó su participación para la presidencia de México a favor de AMLO. En 2018, Claudia Sheinbaum ganó por amplio margen el cargo que ahora ocupa, forma parte del grupo más cercano al presidente López Obrador y ha sido señalada como la favorita para sucederlo, quizás con ella se rompa el maleficio del cargo; pero esto no es cuestión esotérica sino de realidades y el cargo que desempeña doña Claudia lleva riesgos inherentes a una metrópoli de problemas multifacéticos en la que nunca se sabe cuándo y dónde brincará la liebre (ya lo hizo cuando se quemó el cerebro direccional del Metro en 2019, y el accidente de la Línea 12, el 3 de mayo de 2020, y ahora éste del 7 de enero en la Línea 3. Si a esa circunstancia se agrega su calidad de precandidata a la presidencia, condicionada a ganar la tómbola como requisito para la candidatura, ocurre lo de ahora, el riesgo de convertirse en candil de la calle y… por esos motivos cabe la interrogante ¿será Claudia?