Un fantasma recorre México, el fantasma de la marcha en favor del INE. Contra ese fantasma se han conjurado en santa jauría todas las potencias del morenismo, el Patriarca y Mesías, la corcholata preferida y la corcholata que es amigo y paisano, los radicales cuatroteístas y los polizontes texto-servidores.
El bloque conservador que encabeza el neoliberal Andrés Manuel López Obrador (no me he equivocado al ponerlo así, y lo explicaré en el siguiente párrafo) empuja con todo el ardor de su discurso embustero y demagógico, marrullero y timador, simulador y charlatán, una campaña burda en contra de las organizaciones civiles que promueven las manifestaciones para el domingo, de los políticos de la oposición liberal, de los periodistas libres, de los ciudadanos honestos.
Quienes llegaron al poder en 2018 están muy enojados con México porque la mayoría que votó por AMLO para que fuera el Presidente del cambio se ha replegado en contra al ver la falta de resultados, las pésimas políticas públicas, la corrupción galopante de los funcionarios y los parientes del factótum. Y no es para menos, porque los obliga su pensamiento conservador y neoliberal: centralización del poder, uso del aparato de Gobierno en contra de las libertades esenciales, paternalismo en los programas sociales, desprecio de la ley, desunión nacional como táctica.
Frente a la ira descomunal de ese discurso que ha vuelto pertinaz el presidente López Obrador, los ciudadanos de pensamiento liberal oponen la defensa férrea de nuestra naciente democracia, la tolerancia y la integración nacional, el respeto a la división de poderes y a la autonomía de los organismos ciudadanos, la defensa de la ley y las instituciones.
Por eso la marcha en defensa del INE y en contra del Plan B, que se empecina en llevar adelante una reforma que no quiere el pueblo de México, ése que se manifiesta multitudinariamente en las calles y por su propio pie, sin acarreos gubernamentales ni empujado por el temor a las represalias.
El lunes 27 de febrero habrá una Mañanera de AMLO sui géneris, porque asistiremos al espectáculo del aspirante a dictador desquiciado ante el mensaje certero de esa masa ciudadana que él quiere considerar de su absoluta propiedad. Escucharemos ahí las últimas mentiras, las menos creíbles, las desesperadas para sostener la idea de que el pueblo es él, y el Gobierno y el Estado… y que la Constitución no es la Carta Magna, sino que debe ser sus palabras lanzadas desde el aire de la ocurrencia y de sus demonios personales.
Por eso iremos los mexicanos a las plazas de más de 80 ciudades de México y varias del extranjero a manifestar que no queremos ninguna Transformación ordinaria, sino un cambio verdadero, que significa paz, desarrollo, seguridad, concordia, empleo, respeto y unidad.
Pero no nos va a escuchar…