martes, noviembre 5, 2024

Desgracia tras desgracia

Soy nieto de migrantes y conozco las historias trágicas de gente que tuvo que dejar su lugar de origen obligada por la situación económica, política o de inseguridad. Los flujos migratorios han cambiado mucho desde que mis abuelos estuvieron en esta situación, pero el problema, básicamente, sigue siendo el mismo. Migrantes que se enfrentan a la discriminación, que son engañados y maltratados, que se separan de sus seres queridos y hasta pierden la vida en el intento de prosperar en otro país.

Ésa fue la primera desgracia de los 80 migrantes que estaban en un centro de detención provisional de Ciudad Juárez. Querían llegar a Estados Unidos, obligados por la miseria económica, la persecución política o la inseguridad de su integridad física. No pudieron. Se quedaron varados en México en espera de ser deportados a su lugar de origen. La desgracia de migrar a fuerzas.

La segunda desgracia es la política migratoria de México dictada por Estados Unidos. Frente a la impotencia de este país por controlar los flujos de indocumentados, el entonces presidente Donald Trump amenazó al presidente López Obrador de imponer aranceles a las exportaciones mexicanas si nuestro país no retenía a los migrantes en su frontera sur y norte. Ya sabemos el desenlace. El gobierno mexicano aceptó convertirse, en los hechos, en un “tercer país seguro” para Estados Unidos, uno donde pudieran permanecer los indocumentados hasta que se resolviera su situación migratoria.

El presidente Biden sustituyó a Trump y, para efectos prácticos, mantuvo la misma política migratoria, es decir, que México le resolviera el problema a Estados Unidos.

¿Qué ha recibido nuestro país a cambio de aceptar esta labor indignante?

El buen trato de los gobiernos estadunidenses. No presionan al gobierno mexicano en temas como las violaciones al Tratado de Libre Comercio, el creciente poder de los grupos del crimen organizado en el territorio nacional, la desastrosa situación de los derechos humanos o el desmantelamiento paulatino de la democracia liberal. En otras palabras, apapachan mucho a López Obrador.

En otros países, Turquía, por ejemplo, las naciones de paso receptoras de migrantes indocumentados han obtenido miles de millones de dólares de ayuda que se requieren para tener campos de refugiados más o menos dignos, donde se respeten los derechos humanos. México no quiso un trato de este tipo. En su lugar, aceptó un quid pro quo que beneficia mucho al gobierno de AMLO, pero no al país y, mucho menos, a los migrantes que aquí se quedan botados.

La tercera desgracia es precisamente la falta de infraestructura adecuada para mantener en México a estos migrantes. Ochenta se encontraban en un centro de detención provisional que no era otra cosa más que una cárcel donde vivían hacinados bajo la custodia de personal sin la mínima preparación en el manejo de migrantes de otras naciones.

Como desde años viene diciendo Jorge G. Castañeda, el personal del Instituto Nacional de Migración son unos “animales”. No exagera. Eso fue lo que llevó a la cuarta desgracia. Los migrantes, desesperados, comenzaron una protesta para que no los deportaran. Prendieron unas colchonetas. El personal, en lugar de abrirles las rejas para que salieran, los mantuvieron encarcelados y salieron corriendo del lugar en busca de ayuda. Cuando regresaron, ya había muertos y heridos. El saldo, hasta ayer, era de 40 fallecidos. Una tragedia producto de una desgracia tras otra.

Podemos visualizar la última desgracia: no va a pasar nada.

Hoy es un escándalo lo ocurrido en Ciudad Juárez. Pero el ciclo de las noticias es implacable. Vendrán nuevos asuntos y se irá olvidando lo ocurrido con estas personas. La política migratoria dictada desde Washington permanecerá. El gobierno de López Obrador, fiel a su estilo, no perseguirá a los responsables.

De hecho, los dedos ya andan apuntándose entre unos y otros. Dice el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, que el encargado de los temas migratorios es el canciller Marcelo Ebrard. La ley dice que le corresponde a la Segob, pero este Presidente no es de cargos, sino de encargos y, efectivamente, el asunto se lo transfirió a la Secretaría de Relaciones Exteriores. Los dos personajes son presidenciables. Los dos tratarán de zafarse lo más elegante y rápidamente posible de esta tragedia.

De esta forma, las víctimas se convertirán en victimarios. Unos tontos que prendieron sus colchones y provocaron el incendio que los mató. Y, a la larga, nadie se acordará de ellos.

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