martes, noviembre 5, 2024

El arte de mentir ¿solo del político?

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En el subconsciente colectivo mexicano existe una tendencia automática para asociar al político con la mentira, sin duda estimulada por la gran distancia entre los ofrecimientos que en floridos discursos expresan a la población y los resultados de su desempeño al frente de responsabilidades gubernamentales. Aunque ser político y ser mentiroso no son sinónimos, ni existe equivalencia semántica alguna, ambos términos casi siempre van vinculados en nuestro universo social. Es lamentable esa  errónea dualidad, porque en la administración pública mexicana y en la acción política figuran ciudadanos con genuina sensibilidad social, entregados a la función pública por vocación de servicio, deseos de servir, de dejar huella y trascender a sus tiempos. Pero, como en botica, hay de todo.

Este pesimista comentario tiene como fuente de inspiración en una reciente entrevista formulada al Secretario de Turismo de Veracruz en un medio electrónico, donde se permitió expresar, dicho con todo respeto, una serie de barbaridades totalmente discordantes con la realidad, porque incurre en inexactitudes cuando asegura que Veracruz se ha convertido en el quinto destino turístico con mayor número de visitantes a nivel nacional “y el sexto en captación económica en este rubro” (¡!). ¿Se habrá percatado de ese magnífico desatino? ¿Tendrá noción de su dicho? Porque si Veracruz está entre los cinco sitios más visitados de México (y ojalá así fuera) guarda un estupendo significado progresista para nuestra industria turística; pero como la burra no era arisca, para confirmar tan extraordinaria noticia el Secretario debiera dar a conocer a cuál de los siguientes destinos turísticos del país Veracruz desplaza: Cancún, Acapulco, Los Cabos, Puerto Vallarta, Mazatlán, CDMX, Mérida, Monterrey, Guadalajara, Guanajuato, etc. Obviamente, Iván Martínez no aporta cifras, pero bastaría con diferenciar la capacidad de gasto de quienes nos visitan para volver a recordar aquel histórico “turismo de torta y horchata”, hospedado en el “cómodo” “Hotel Camarena”. Este caso trae a la memoria los oscuros tiempos de Fidel Herrera, cuando por los festejos de La Candenlaria, el Carnaval, la Semana Santa y el Festival Tajín,  se aseguraba que los hoteles lucían al tope y la derrama económica ascendía a miles de millones de pesos, pero aquel delirio era fruto de un discurso hiperbólico, diseñado con cifras infladas, sin ningún concierto con la realidad. Y en esa comparación radica la preocupante inferencia  sobre si, pese al “cambio”, todo sigue igual, o peor.  Para disipar dudas, bien haría el Secretario de Turismo en apuntalar con cifras eso del quinto lugar como destino turístico y proporcionar un cuadro comparativo por el cual se despejen las dudas; porque de otra manera esa retórica no se corresponde armónicamente con el “no somos iguales” pues evoca al “más de lo mismo”, y hace lacónico eco a la festiva frase: “de lengua me como un plato”.

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