Por Edgar Hernández*
Si algo le sale bien al hijo del ex gobernador Fidel Herrera, Javier Herrera Borunda es la traición.
Recuerda a su padre cuando amenazó irse al PRD si el PRI no le daba la candidatura a la gubernatura en el 2004, jugada que echó a perder el juego sucesorio a Miguel Alemán, quien ya tenía su gallo.
Recuerda también aquel 2018 cuando no solo el Verde migró a Morena con sus despanzurradas huestes, sino que además hizo labor de zapa entre el priismo para que votara por Morena a cambio de prebendas que nunca llegaron a ese viejo priismo desleal.
Los Morenos no agradecen. Vaya odian hasta al mismo “Cabeza de Lata” que fue quien llevó a las rémoras priistas.
Hoy, el desgarbado y sin personalidad de Javier Herrera Borunda, quien ha transitado del PRI, al Verde y Morena –en Morena jugó momentáneamente con Gutiérritos y hoy da la vida por Nahle- busca, a como dé lugar, un escaño en el Senado como pago a sus servicios de esclavo.
Tal como suscribe mi apreciado periodista Luis Alberto Romero los verdes de Javier han observado no se puede pasar por alto que en los términos de la alianza Morena-PT-PVEM, a este último partido podría corresponder una de las dos posiciones al Senado.
A cambio, la migaja Verde ofrece el capital alcanzado en las elecciones intermedias del 2021 “en las que obtuvo cerca de 225 mil votos en las elecciones municipales de Veracruz, más que PRD y PT; y casi tantos como Movimiento Ciudadano; además de que gobierna, en solitario, 10 ayuntamientos, y 69 en alianza con Morena”.
Borunda vende pues, el capital Verde a cambio de ir a calentar un escaño el próximo sexenio en espera de que Morena siga detentando el poder o que la Alianza gane para que cambie de bandera sin rubor alguno ¿Total, qué trabajo cuesta?
En realidad así siempre ha sido el Verde, desde que lo fundó el “Niño” del mismo color. Así ha sido su lealtad. Así lo aprendió de sus mayores que ahora aplica en su versión remasterizada.
No deja de llamar la atención, sin embargo, el cinismo con que políticamente se conduce este joven gustoso de las buenas viandas y vinos caros, en donde tiene el descaro de compartir sus brillantes decisiones políticas con la opinión pública veracruzana.
Dos fotografías distribuidas en redes sociales lo muestran en un primer momento en franca adoración de Sergio Gutiérrez Luna y sus afanes por ser la corcholata de Adán Augusto López.
En una segunda ronda se le ve de hinojos a Nahle, acompañada del senador Manuel Velasco –coordinador de la bancada–, la presidenta del CEN del Partido Verde, Karen Castrejón Trujillo; y el propio Javier quien se ostenta como Secretario de Organización de ese partido.
Alguna conseja recibió por ahí Manuel Velasco (acaso de Palacio Nacional), para que su servilismo lo movieran en favor de la Nahle, quien no pocos la considerar la corcholata de AMLO ahora que le lleve a la oficina el primer litro de gasolina de Dos Bocas.
El hecho arroja además una por demás interesante lectura en el sentido de que los morenos andan inquietos por cerrar filas en Veracruz donde los equiperos de Cuitláhuac ya se repartieron la gubernatura, las diputaciones y los espacios en el Senado de la República.
Y si bien es cierto que la titular de SENER tiene amarrado –no se sabe si de las partes bajas- al gobernador y círculo cercano, no deja de llamar la atención que el Bola #8, Manuel Huerta, Gutiérrez, Ahued y otros más, están haciendo sus chambita para ver si el dedo del señor les da la bendición.
Ello en momentos en que la oposición crece, que la Alianza se está convirtiendo en una realidad y que sus gallos como Pepe Yunes y Juan Manuel Diez, están levantado vuelo con el apoyo ciudadano.
Hay inconformidad ciudadana.
No basta que se regale dinero a los viejitos o que los programas sociales medio caminen ya que les siguen jineteando los centavos. No es suficiente con que se les instruya que con la nueva gobernadora –a quien no digieren- las cosas van a cambiar y que ahora sí van a ir a la cárcel todos, toditos los conservadores y fifís.
Son cuentos que nadie cree.
Son historias sinfín que se dan en medio de las raterías, los guardaditos de Cuitláhuac de miles de millones de pesos para comprar la elección y el descontrol interno en las filas de morena que no saben pa´donde jalar.
Por lo pronto lo del niño Borunda es, de nuevo, una tosquedad.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo