El reconocido reportero veracruzano Gustavo Cadena Mathey -que es cuatro días menor que yo, pero es mayor en otros sentidos- dice que él recuerda que era un niño allá en su natal Acayucan y Melitón Morales Domínguez ya era todo un personaje. Otros periodistas que son también referente pueden decir algo similar, porque nuestro personaje de hoy tiene tanta historia en la historia de la comunicación estatal que puede ser considerado un decano, no el más viejo aunque sí el más grande, como él se presenta con su peculiar e inextinguible acento sureño, que no le han podido quitar tantos años de vivir en Xalapa, la capital ateniense, en donde hizo nombre, fortuna y carrera.
Meli, como le decimos los que le queremos, sigue el consejo del actor, músico y director Clint Eastwood y dice que nunca ha dejado entrar al viejo en su vida. He ahí el secreto que lo mantiene jovial y saludable.
Veamos, nació en Oluta el 14 de enero 1938, paisano de Malintzin-Malinche-Marina, la princesa india que se vengó de los mexicas que la habían vendido y esclavizado y por eso le abrió a Cortés el conocimiento de los temores y las debilidades del imperio tenochca. Pero Melitón Morales no es un personaje vengativo, al contrario. Ha ido sumando a lo largo de los años una multitud de amigos que ha sabido mantener y que cultiva como le hacían antes los hombres derechos, los de aquella talla íntegra que cada día son menos.
Allá en los años 50-60 del siglo pasado, estudió Derecho en la Universidad Veracruzana y comenzó una carrera en el servicio público que empezó, como era la costumbre, en las filas de las juventudes revolucionarias del PRI veracruzano, donde empezó a entablar sus primeras relaciones políticas. Muchos años después -muchísimos, diría el poeta-, aún presume sus amistades tempranas con Carlos Armando Biebrich, con Miguel Osorio Marbán, con Tulio Hernández.
Y joven también, apenas salido del cascaron universitario, fue secretario particular de Héctor Cequera Rivera, el poderoso Subsecretario de Gobierno de Fernando López Arias. Y de ahí, secretario de varios ayuntamientos, como Perote, en donde conoció “a un verdadero hombre”, don Julián Yunes Durbay, abuelo de Pepe y Ramsés, y Acayucan, pegado a su tierra natal.
En una de sus andanzas públicas, fue Coordinador de siete estados del Sureste del Registro Nacional de Electores en la época del presidente Echeverría, y recuerda que pudo conocer a Carlos Loret de Mola, quien fuera Gobernador de Yucatán, “colega periodista y un personaje muy inteligente”.
En 1978, el PRI pasaba por uno de sus efluvios democratizadores y Carlos Sansores Pérez había ordenado que los candidatos se eligieran por el voto de los militantes.
Le tocó en ese año a Veracruz la elección de los 204 alcaldes que eran entonces, y en Oluta Melitón ganó limpiamente y con amplitud el derecho a ser candidato. Pero eran otros tiempos. México no era el país más democrático que los Estados Unidos que dice AMLO que es ahora, y hasta la oficina del gobernador Hernández Ochoa llegó una recomendación de don Miguel Alemán Valdés por la vía personal del general Celso Vázquez. El candidato iba a ser Alfonso Delgado Torres, un olutense poco conocido pero cercano en el afecto a la familia del expresidente. Y ni modo.
Melitón fue llamado al Palacio de Gobierno y ahí don Rafael le dijo que necesitaba que renunciara a su candidatura y que en retribución le podía pedir lo que quisiera (menos su puesto de Gobernador). Meli se enojó mucho y dejó que de momento le ganara su espíritu rebelde y su carácter entrón, pero después dejó paso al pragmatismo que campeaba en el priismo de la dictadura perfecta: hizo las paces con el mandatario y aceptó ir como Agente del Ministerio Público a Coatzacoalcos, y después lo fue en Cosamaloapan y en Acayucan.
Lo más difícil fue convencer a las fuerzas vivas de Oluta, encabezadas por su señora madre, que insistían en que fuera candidato el que habían elegido ellos y al que querían tanto.
Con tantos años de servicio en la vida, Melitón es un hombre sabio (¿no por viejo sino por diablo?) y conoce mucho de la naturaleza humana. “La mayoría de los que llegan al poder” -me dice serio, haciendo de lado su sonrisa permanente, su pícara mirada- “se vuelven locos y creen que van a estar ahí toda la vida. Todos tendrían que hacerle como el emperador Marco Aurelio, que cuando uno de sus generales entraba victorioso a Roma, le ponía a un esclavo para que le recordara que era mortal y que la gloria era efímera”.
Inquieto y batallador como nadie, Melitón se convirtió en periodista de la mano de Enrique Olivera Arce, un viejo luchador que apenas fue vencido por la vida hace dos años, en medio de la Covid. En los años 60 ambos trabajaban para sacar todos los días en Xalapa El Correo de la Noche, un periódico que se peleaba las exclusivas con el Diario de Xalapa que Rubén Pabello Acosta se empeñaba en hacer crecer y Froylán Flores Cancela en convertirlo en el mejor diario de Veracruz.
Y hace 44 años, el 10 de agosto de 1978, Melitón Morales Domínguez sacó el primer ejemplar de su revista Análisis político. Lo acompañaban el impertérrito –y al parecer inmortal- José Zaydén y Lucina González Facundo. Era una publicación modesta en su presentación, hecha al mimeógrafo un poco como se hacían a las brasas los mejores guisos jarochos, que nuestro protagonista se empeñaba en distribuir casi manualmente y que fue arrendando años y mejoría hasta que se colocó como una de las más importantes revistas políticas del estado, y la decana de ellas en la actualidad, a menos que alguien tenga otros datos, como aquél.
Hoy, Análisis político es un lujo de publicación, que ha logrado sobrevivir a varias épocas aciagas y en la que ha dejado Melitón toda su sapiencia y parte de su vida. Pervive la revista como testigo de una época y de ese periodismo impreso que está a punto de partir, pero que se mantiene vivo y permanece gracias al empecinamiento de un gran periodista como lo ha sido siempre Melitón Morales Domínguez, que es de Oluta y por poco Oluta fue de él.
Hace algunas semanas, varios amigos celebramos con Melitón uno más de sus años singulares, tan fielmente sumados, pero en verdad quisimos recordar con este pre-texto más bien toda su vida que ha sido ejemplo y es motivo de regocijo para quienes lo conocemos y permanecemos con él en el afecto.
¡Salve, Meli!