viernes, noviembre 22, 2024

Ebrard ¿cómo Manuel Camacho? Otros tiempos, otros personajes

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Cuando a finales de 1993 el presidente Salinas dispuso el destape de la candidatura priista a la presidencia de México e inclinó la balanza a favor de Luis Donaldo Colosio, el entonces regente del Distrito Federal Manuel Camacho Solís se mostró inconforme en mengua de la arraigada disciplina de sumisión cuya vigencia mantuvo cohesionado por muchas décadas al partido hegemónico en torno al presidente de la república. Esa reacción fue catalogada como “El berrinche de Camacho”, y calificada de rebeldía política por quien era percibido como el delfín en aquella sucesión. Visto en retrospectiva- y en su momento así fue concebida por no pocos contemporáneos – la reacción del Regente es explicable e incluso justificada porque había servido con eficiencia política a su amigo el presidente durante los álgidos días inmediatamente posteriores a la elección de 2018 y y en no pocos escabrosos episodios durante su mandato. Si nos remontamos a 1988 encontraremos a Manuel Camacho cabildeando con los   factores de poder y apagando el fuego de la delirante protesta de las izquierdas utilizando el mecanismo que todos conocimos como “las concerta- cesiones”, con las cuales muchos priistas de viejo cuño discrepaban ácidamente. Manuel Camacho Solís fue sin duda uno de los valiosos elementos de apoyo al entonces presidente electo para suavizar el caldeado ambiente político, lo podría confirmar Manuel Bartlett, quien se desempeñaba como Secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid. No obstante a que en el decurso del gobierno de Salinas, en su función de Jefe del Departamento del Distrito Federal Camacho Solís siguió apuntalando a aquel gobierno, no fue el escogido para sucesor en el cambio de gobierno; de allí su airada reacción. Salinas de Gortari sabía que Camacho Solís como presidente iniciaría su propia entente ¿tal fue la causa por la cual no lo hizo candidato? La respuesta queda a cargo del propio Salinas. Marcelo Ebrard es testigo calificado de aquel trepidante episodio porque fue uno de los hombres de mayor confianza y cercanía de Manuel Camacho, luego entonces vivió muy de cerca los acontecimientos de referencia. Ahora es un político dueño de una envidiable trayectoria en el servicio público y es precandidato a la presidencia de la república por el partido oficial, MoReNa, un partido con curiosas similitudes con el PRI, a juzgar por sus prácticas y procedimientos; el canciller ha reiterado que no abandonará su militancia partidista y se siente confiado en que la candidatura presidencial será suya, aporta como antecedente el que ya ha sido sucesor de López Obrador y la buena relación entre ambos nada la alteró. En su condición de precandidato Ebrard propone que haya debate entre los aspirantes, que renuncien a sus cargos antes de la competencia y que la consulta para decidir la candidatura la realicen empresas escogidas en consenso, además exige piso parejo. De entrada, es posible suponer que de las propuestas de Ebrard para adecentar el proceso por lo menos una, el debate entre los precandidatos pudiera aplicarse, porque lo de renunciar al cargo y que las consultas las realicen encuestadoras ajenas a los procedimientos de MoRena se ve muy cuesta arriba. Si no hay piso parejo ¿cuál será la reacción de Ebrard? No es prudente adivinar lo que ya falta menos para conocerlo.

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