lunes, noviembre 4, 2024

Quién para 2024

Alejandro Páez Varela 

¿Quién para 2024?, suelen preguntarnos cuando acudimos a alguna presentación de La Disputa por México. La pregunta de los sesenta y cuatro mil. La candidatura de la izquierda se definirá con una encuesta y son pocos precandidatos aunque fuertes; en la derecha hay muchos precandidatos y ninguno de ellos fuerte. Es decir: esto no madurará tan rápido. Está todavía muy indefinido, por la derecha y por la izquierda.

Empecemos por esto: todas las encuestas confirman que la ventaja para el oficialismo es muy amplia y que los niveles de aceptación de Andrés Manuel López Obrador –de donde se alimenta– se mantienen tan arriba como para superar a los últimos presidentes de México –con 51 meses en el cargo– a pesar de que la mayoría de los dueños de las casas encuestadoras (y quienes las pagan) lo aborrecen y no de ahora, sino de tiempo atrás.

Algunas encuestas claramente están hechas para jalar hacia abajo el promedio y un ejemplo son las publicadas en 2023, que tienen una disparidad tremenda entre ellas. En enero, Demotecnia daba 74 por ciento de aprobación a AMLO contra 54 por ciento de El Financiero. Veinte puntos de diferencia; alguien está terriblemente mal. En febrero, Enkoll y Buendía y Márquez daban al Presidente 69 y 65 por ciento respectivamente, mientras que El Financiero y GEA-ISA lo bajaban a 54 y 57, en ese orden. Ya ponderando las mediciones (Oraculus, a marzo) se le atribuye 64 por ciento de saldo a favor. En el mes 51, Ernesto Zedillo tenía 62 por ciento, Vicente Fox 56 por ciento, Felipe Calderón 55 por ciento y Enrique Peña 23 por ciento.

¿Qué nos dicen esos datos? Que si la elección fuera hoy, es muy probable que la izquierda repita en Palacio Nacional. Pero falta más de un año para la presidencial y todo puede pasar; veremos episodios de traición y arrebatos de ambición desmedida, también. Sin embargo, el capital electoral de Morena es López Obrador y en 2024 irá a las urnas sin ir en la boleta. Y el Presidente todavía puede dar un par de golpes en la mesa de aquí a que se defina la candidata o el candidato. Eso da estabilidad a las intenciones de voto de izquierda porque AMLO ha estado más o menos estable en estos años. Morning Consult Political Intelligence, que mide a los líderes globales, le da 61 por ciento de aprobación aunque refleja un arranque de año turbulento para él.

Por lo mismo, las próximas semanas y meses serán muy, pero muy delicados. Todos deben medir sus palabras y sus actos. Absolutamente todo lo que haga López Obrador y su Gobierno tendrá un impacto fuerte, para bien y para mal, sobre el movimiento que representan. Todo se potenciará. Es el tramo más peligroso para él, aunque también sea uno de oportunidad. Ejemplos recientes sobran y deberían ser motivo de un análisis de fondo en donde quiera que esté su “cuarto de guerra” o su mesa de operaciones.

La terrible muerte de los migrantes en la estación de Ciudad Juárez sirve de ejemplo. La oposición usó la tragedia para golpear al Gobierno y el Gobierno tuvo varios tropiezos, empezando con la desafortunada aparición de Adán Augusto López con Joaquín López-Dóriga para intentar manchar a Marcelo Ebrard.

Me parece que la tragedia ameritaba mucha mesura y golpes de efecto; era aprovechar la crisis para generar cambios que beneficien a los migrantes y a la gente, en lo general. Pero hubo sorbitos de café y de hiel. Aunque las conferencias diarias de Rosa Icela Rodríguez lograron contrarrestar la primera impresión de que se quería minimizar la tragedia, el hecho de que la Fiscalía General de la República tome el caso deja sabor amargo. Si Alejandro Gertz mete la mano –puede decir quien sea y estará en lo cierto–, es altamente probable que nadie pague, sólo los de mero abajo, como sucedía en los gobiernos del PRI o del PAN.

Y lo anterior es apenas un ejemplo de cómo todo, absolutamente todo tiene varias aristas y cada arista multiplica las posibilidades de éxito y fracaso en los temas que irán saliendo.

Sin el más mínimo recato, el PAN lleva toda la semana atacando al Gobierno por la tragedia. Y Felipe Calderón, por supuesto, el más desvergonzado entre ellos. Cecilia Romero, la derecha más extrema dentro del panismo (y eso es decir mucho), fue titular del Instituto Nacional de Migración cuando la matanza de los 72 migrantes del 25 de agosto de 2010 y después la promovieron, como si el asesinato de inocentes fuera su logro, a la dirigente nacional del PAN. Esa tragedia, dijo ella poco después, “es una rayita en mi currículum”. Imagínense quién es. Y esta mujer de ultraderecha sigue siendo poderosa en la cúpula panista. Y todo lo anterior no significa nada para ellos porque de lo que se trata es de atacar al Gobierno de López Obrador, no hacer memoria: eso, suelen decir, es “voltear al pasado”.

Sucede algo similar con el nombramiento de Guadalupe Taddei Zavala como Consejera presidenta del INE. Le achacan que su familia es simpatizante de la izquierda para manchar el proceso en el que resultó electa. El famoso proceso (y la famosa tómbola) fue establecido por PRI, PAN y PRD en la reforma electoral de Peña, cuando el IFE se convierte en INE. De hecho, quien saca la boleta que la elige, la “mano santa” (comillas obligadas) es Santiago Creel, el verdadero líder del PAN y la ficha fuerte del panismo para la elección 2024. De lo que se trata es de decir que “López ya metió la mano al INE” para mantener viva la única campaña que les ha pegado hasta ahora: la de “El INE no se toca”.

Claro, el McPRIANRD ya no recuerda que el padre de Lorenzo Córdova, Arnaldo Córdova, fue un destacado miembro de la izquierda desde que era menor de edad. Sí, Lorenzo Córdova es hijo de un exmiembro del Partido Comunista, fundador del Partido Socialista Unificado de México, académico intachable que puso énfasis en el estudio de Lázaro Cárdenas y de los gobiernos de derecha que vinieron después. El padre de Córdova fue, junto con Andrés Manuel López Obrador, fundador de Morena y murió militando en Morena. Claro, si alguien le recuerda al McPRIANRD o a sus simpatizantes que ese es el origen de Lorenzo Córdova, dirá que eso es “voltear al pasado”.

¿Qué quiero decir con lo anterior? Varias cosas: que aunque la izquierda lleva delantera para 2024, falta mucho tiempo y todo puede pasar; que a la oposición no le importará recurrir a la hipocresía o al doble discurso con tal de manchar al Gobierno y al movimiento lopezobradorista; que el sexenio no ha terminado y que el gabinete debe estar atento a corregir errores e implementar estrategias en donde se ha equivocado; que todo lo que se haga impactará, para bien o para mal, multiplicado por cien.

La tragedia de Juárez exhibe el abandono a los migrantes: rápido, a responder rápido; a darles dignidad; a meter a la cárcel a los negligentes e inútiles; a da un paso adelante y decir, con hechos, que la izquierda es sensible a las vidas humanas. Por se volvió tan censurable que el Secretario de Gobernación corriera al programa de López-Dóriga en vez de correr a Ciudad Juárez. Caen rayos y se sube al poste de la luz. Cuidado.

También quiero decir, con lo anterior, que nadie tiene garantizado el boleto para 2024. Que todavía veremos muchos episodios difíciles, complicados, que serán aprovechados para atacar a la izquierda y al fundador del movimiento: López Obrador. Es simple por qué: es él quien guarda el bono electoral. Deberían estar más listos para responder/esquivar ataques.

Hay mucho odio, debería preocupar menos. Pero sí hay capacidad de reacción en la oposición, no para preparar un proyecto de Nación, pero sí para coordinar ataques. Este fin de semana, por ejemplo, Pedro Ferriz de Con dijo en sus redes sociales que al Presidente le había dado un infarto y que “se le practicó un cateterismo en el Hospital Militar”. Las respuestas: Sofía Ramírez, @KittyVeyota: “Dios llévatelo y regrésanos a Chabelo, por favor”. Marcelo, @Marcelo_Marchs: la imagen de un ataúd. Nadie debería asombrarse: Ferriz lleva años en un tobogán, ridiculizarse a sí mismo. Sin embargo, más inteligentes, otros opositores se anclaron al tema migrantes. Y eso sí es muy delicado.

Quiero decir que si yo fuera a votar en la encuesta interna de la izquierda –algo que no haré–, mi voto se lo daría al que honre el compromiso de servirle a México por encima de la politiquería, y servirle a México es ayudar a cumplir la agenda que se prometió en la elección de 2018 y no andar pensando en reparto de puestos, en cómo me veo más lindo o más linda, en cómo salgo en más fotos, en cuántos programas con López-Dóriga o con Loret requiero para que me amen y voten por mí. Pensar en 2018 es pensar en cómo acelerar una respuesta a los persistentes problemas de violencia, a la corrupción en Segalmex, a la ineficiencia de la Fiscalía, a la impunidad, etcétera.

Quiero decir, con lo anterior, que será muy importante medir el nivel de compromiso y lealtad al proyecto que juraron defender en 2018. Que la verdadera lealtad es cumplir a los votantes que ganaron la primera Presidencia de izquierda desde 1934 y que lo hicieron porque querían soluciones. ¿Quién para 2024 por la izquierda? A estas alturas, aquélla o aquél que derrame hasta la última gota de sudor por cumplir las muchas promesas que se hicieron. Para 2024, aquél o aquélla que se comprometa a sacar adelante los pendientes que queden, sí, pero antes que eso, aquélla o aquél que se comprometa a dedicar hasta su último respiro en sacar la agenda que el lópezobradorismo ofreció en 2018.

Alejandro Páez Varela

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