viernes, noviembre 22, 2024

Sandra y el oso: la delirante alcaldesa

Serpientes y Escaleras 

A estas alturas nadie duda de que la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, posee una personalidad extraña y protagónica que la ha hecho resaltar en su gestión no por sus logros, sus mejoras de servicios urbanos o sus programas de atención a las necesidades de sus ciudadanos, sino más bien por los escándalos, polémicas, violaciones legales y un manejo de redes sociales que la presentan siempre promocionando su imagen personal, vestida ya sea con uniformes oficiales, con ropa de marca y lo mismo transmite desde lugares públicos para demostrar que está en todos lados, que desde la intimidad de su hogar, con pijamas navideñas y un infaltable oso de peluche que la acompaña siempre.

Ese muñeco de peluche, al que ella llama «Daniel» (pronunciado en inglés) es tratado como si fuera su hijo. Siempre va con ella a todas sus actividades, públicas y privadas, lo visten con ropa especial y tiene una recámara en su casa con su propio clóset y guardarropa. Hay incluso personal de la alcaldía que se encarga de limpiar y bañar al oso Daniel y que debe de mantener limpia su ropa y sus cosas. Todo eso es parte de una actividad recomendada por sus terapeutas para que Sandra Cuevas pueda aprender a hacerse responsable del pequeño Daniel, como preparación para una maternidad real.

Es tanto el afán con el que la alcaldesa sigue esa terapia que, según nos cuenta personal de la Alcaldía Cuauhtémoc, hace algunos meses una secretaria de nombre «Eréndira» fue despedida por Sandra Cuevas, a pesar de que la señora tenía varios años de trabajar en las oficinas de la alcaldía e incluso había colaborado con anteriores titulares como Ricardo Monreal y Néstor Núñez. A la señora Eréndira, su jefa le encargó el cuidado y atención del oso Daniel, y era ella la encargada de vestirlo todas las mañanas, de cuidar que su guardarropa estuviera siempre limpio y de cargarlo y cuidarlo mientras la alcaldesa Cuevas estaba ocupada en reuniones y actos públicos.

Pero resulta que un día, en las prisas porque el muñeco de peluche estuviera listo y presentable para acompañar a su «mami», la secretaria le secó apuradamente la ropa con una secadora y terminó quemando un poco el pelo del oso, además del vestuario. Según los empleados de la alcaldía que supieron del incidente, eso hizo que la alcaldesa montara en cólera y le gritara incluso con palabras altisonantes a su secretaria que terminó siendo despedida por el descuido cometido con el «joven» Daniel.

Esa anécdota revela muy bien la compleja personalidad de la alcaldesa que un día sí y otro también está metida en escándalos. El más reciente fue su decisión de prohibir que un grupo de sonideros que tocaban en la Alameda de Santa María La Ribera, siguieran convocando cada domingo a las personas a bailar en ese espacio al aire libre. Argumentando supuestas «quejas por el ruido», Sandra Cuevas dio la orden de prohibir que se realizaran los bailes públicos que había en ese lugar desde hace 12 años, lo que ocasionó protestas de vecinos, sonideros y bailadores que exigían seguir disfrutando del espacio público. La negativa de la alcaldesa terminó con enfrentamientos entre los vecinos y personal de su Alcaldía y, para exhibir la intolerancia de Cuevas, el gobierno de Claudia Sheinbaum convocó a un baile de sonideros en el Zócalo al que acudieron más 200 mil personas.

Esa no es la primera vez que Sandra Cuevas revela una política fascistoide. En abril de 2022 artistas, vecinos y colectivos de arte urbano denunciaron que por órdenes de la alcaldesa se borraron varios murales artísticos en muros e instalaciones públicas lo mismo en el Mercado Juárez, que en el Parque México y en algunas calles de Tepito. La alcaldesa primero intentó negar el borrado de los murales y acusó a subalternos, pero al final terminó reconociendo su responsabilidad y ofreció a los artistas resarcir sus obras. A eso se añade su polémico bando con el que ordenó pintar todos los puestos ambulantes y los comercios y negocios de la alcaldía con una misma cromática en gris y blanco, obligando a que se borraran los diseños, colores y tipografías con las que cada comerciante había pintado sus negocios.

En medio de todo eso y de denuncias sobre el incremento del comercio ambulante en la alcaldía Cuauhtémoc y de cobros indebidos de sus inspectores de vía pública, la alcaldesa, de pasado morenista y que llegó al cargo por la Alianza Va Por México y principalmente con el apoyo de Ricardo Monreal —aunque ante tanto escándalo el senador zacatecano ya ha tomado distancia de ella— mantiene una confrontación político frontal contra la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. El pasado 23 de enero, tras una denuncia ciudadana, el contralor de la CDMX, Juan José Serrano, acudió al edificio de la alcaldía y tras ser recibido normalmente por el personal de la misma, solicitó permiso para revisar las oficinas de la Dirección de Desarrollo Social, en donde encontró cajas con folletos en los que se denostaba y atacaba con propaganda negra a Sheinbaum.

Lo que vino después fue una escena de tensión y de acoso al contralor Serrano que de pronto tuvo que pedir apoyo de la policía capitalina porque la alcaldesa Cuevas, al enterarse de su presencia en el edificio de la alcaldía, llegó con un grupo de personas y golpeadores, además de sus guardias de seguridad que persiguieron, empujaron y le gritaron al funcionario capitalino, al que ella misma, vestida como policía, lo encaraba y lo increpaba: «¿Por qué detuviste a mi gente… yo nunca había visto granaderos aquí», le decía mientras sus guardias pateaban y empujaban a Serrano. Al final, cuando los policías metieron al funcionario en un vehículo para resguardarlo, Cuevas le gritó: «Así te vas, mira cuántos necesitas».

A la controvertida alcaldesa que ha tenido más escándalos que logros en su gestión pública, tal vez no le quede mucho tiempo en su meteórica carrera política, pues ella misma anunció hace unas semanas, en medio de una de sus muchas polémicas, que no pensaba buscar la reelección de su cargo y que en 2024 se pensaba retirar de la carrera pública porque se había dado cuenta que «la política es un asco». Y cuando se tiene una personalidad tan explosiva y protagónica como la suya, además de vínculos no muy claros y actitudes tan virulentas y hasta fascistas, el asco se puede transformar en repugnancia.

otros columnistas