Cuando aludimos al cambio o transformación de un régimen de gobierno debemos tener cuidado de no reducirlo a una cuestión de semántica, porque entre ambos conceptos median sustantivas diferencias. En efecto, cuando hablamos de un cambio de gobierno nos estamos refiriendo a la renovación en los cuadros de mando, quizás a una alternancia partidista en las altas esferas, como ya lo hemos experimentado desde la alborada del siglo XXI cuando un no priista subió a bordo y democráticamente tomó el mando presidencial, lo relevó Calderón, también panista, sin embargo las formas y el fondo en la forma de gobernar no alcanzaron para graduarlo categoriamente como una Transformación. Es decir, los programas y las políticas públicas en esos gobiernos de alternancia no fueron alterados como para inducirnos a pensar en una transformación en la esencia de gobierno que impactara los cimientos del régimen. No al menos en las dimensiones de cuando surgieron casi al parejo el Humanismo y el Renacimiento coincidiendo con la caída de Bizancio y formar el parteaguas que dejó atrás la Edad Media y el feudalismo para dar lugar al surgimiento de una nueva clase: la burguesía en cuya mochila se anidaban los cambios en las formas de gobernar. En la lógica de las alternancias en la presidencia de México, ahora que gobierna rompiendo viejos moldes Andrés Manuel López Obrador ¿estamos ante una transformación de un régimen? Desde la cúpula gobernante se habla de una “Revolución pacífica” ¿estamos ante un cambio de estructuras socioeconómicas que permita pensarlo así? No, por supuesto. Sería aventurado reducirlo a la sentencia de don Daniel Cossio Villegas y atribuirlo simplistamente al “estilo personal de gobernar”, porque las acciones del actual gobernante han ido más allá de los formulismos en el ejercicio del poder, pero de igual manera incurriríamos en error al conceder cambios estructurales, porque el modelo económico sigue siendo el de una economía capitalista, de cambio, y la Constitución de 1917, pese a las múltiples reformas que en el transcurso del tiempo se han hecho a los artículos que vertebran su esencia: 3, 27, 28, 39, 40, 41, 72, 73, 74, 115, 123 aún conservan los lineamientos dictados por la Revolución Mexicana. No obstante, debemos admitir como variable sustantiva la forma que imprime el presidente López Obrador en la conducción de los asuntos de gobierno, pues en ocasiones es espejo de una involución política que creíamos superada, y la muy reciente intervención gubernamental para controlar tres tramos de la vía de ferrocarril propiedad de Ferrosur, aunque no inédita, reflejan una voluntad de gobierno raras veces ocurridas. Aunque el Secretario de Gobernación arguye que no es expropiación sino “una ocupación temporal”, sin duda la medida evoca a cuando en el último año de su gobierno, el 19 de noviembre de 1976, Echeverría decretó la expropiación del Valle del Yaqui; o cuando López Portillo en su último informe de gobierno, 1 de septiembre de 1982, nacionalizó la Banca. No, al menos hasta ahora no se ve la transformación, aunque por algo se empieza.