Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto
Bajo esa lógica, la de parar un pleito que amenazaba con dinamitar la confianza entre el gobierno federal y los grandes inversionistas del país, ayer por la tarde se llegó a un arreglo «conveniente» para las dos partes en conflicto. Del lado del presidente López Obrador estuvo el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, que siempre llevó la mediación gubernamental en este asunto, mientras que del lado del empresario Germán Larrea, y también como mediador entre el dueño de Grupo México y el gobierno, estuvo Alfonso Romo, el exjefe de la Oficina Presidencial.
El acuerdo, que se haría público esta mañana en la conferencia presidencial, consiste en una reducción «significativa» de la indemnización o compensación que el gobierno federal pagará a Grupo México para quedarse con los 120 kilómetros de vía de Ferrosur, que van desde Medias Aguas y «El Chapo» hasta Coatzacoalcos y utilizarlas como parte del recorrido del Tren Interoceánico, que atravesará desde las costas de Oaxaca hasta el Golfo de México. El monto de la reducción de los 9,500 millones de pesos que había pedido Germán Larrea y que provocó la molestia del presidente López Obrador, podría reducirse hasta los 6 mmdp, según fuentes cercanas a la negociación.
Los detalles los informará hoy mismo el presidente, que con esta negociación finalmente se impuso en su intención de quedarse con las vías concesionadas a la empresa de Grupo México y garantiza así la terminación de su Corredor Interoceánico, que es una de sus obras prioritarias. De paso, López Obrador ha dejado claro el mensaje de que su poder y sus decisiones están por encima de los hombres del dinero, incluidos los magnates más ricos a los que amenaza y somete, si es necesario, con las fuerzas armadas como lo hizo en su «ocupación temporal» de las instalaciones de Ferrosur como soldados armados de la Marina, que ahora, tras el arreglo, será una ocupación definitiva.
El impacto negativo que tuvo la decisión de tomar por la fuerza la concesión pública de las vías ferroviarias, que generó reacciones de incertidumbre dentro y fuera del país, metiendo incluso inestabilidad al proceso de venta de Citibanamex, fue lo que hizo que el gobierno aceptara negociar los términos del arreglo con Germán Larrea, quien ayer fue llamado de nuevo por la tarde a Palacio Nacional. Previamente por la mañana Alfonso Romo, amigo personal de Larrea, había acudido a desayunar con López Obrador para plantearle la nueva propuesta de Grupo México, que también cedió en su excesiva pretensión de cobrarle al gobierno casi 10 mmdp por la expropiación de sus vías.
Para Larrea también el pleito con el presidente estaba resultando muy costoso, no sólo por las afectaciones que le generaría una expropiación por causa de utilidad pública, sino porque el choque con López Obrador ya le había metido ruido a su compra de Citibanamex y amenazaba con tirarla. Pero además, fiel a la tradición de los hombres del dinero mexicanos, don Germán sabe que ponerse a las patadas con un presidente siempre saldrán perdiendo sus negocios, sobre todo porque la mayor parte de sus millonarios ingresos los obtiene por concesiones gubernamentales, como las de la minería y los trenes. Y de haber escalado la confrontación, esas concesiones también hubieran peligrado ante la lógica autoritaria que ahora sigue la 4T.
Así que, ante un pleito que estaba resultando explosivo para ambas partes, el presidente y el empresario decidieron negociar y detener rápidamente la confrontación, antes de que escalara en sus repercusiones. Hoy que se conozcan los términos del acuerdo, en el que hubo dos mediadores y operadores fundamentales: Adán Augusto López, del gobierno, y Alfonso Romo, de parte de Larrea, se verá qué tanto cedió cada uno para alcanzar el acuerdo.
Habrá quienes digan que el presidente cedió, tras el arranque de poder que tuvo el viernes pasado; habrá los que piensen que el segundo hombre más rico de México se dobló ante el poder autoritario. Lo cierto es que el arreglo al final resultará positivo, no sólo para los dos involucrados, sino para un país que, en momentos en que el mundo está viéndonos como el paraíso para la inversión y justo cuando tenemos una oportunidad única e histórica para despegar nuestra economía por el nearshoring con Estados Unidos, no podemos darnos el lujo de mostrarnos como un país donde no hay certidumbre para los capitales porque no se respeta la ley y el gobierno violenta las inversiones.