viernes, noviembre 22, 2024

Ruta aciaga

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 “¿Dejaremos que a la nación se le arrebaten sus instituciones democráticas

 para someterla a la dominación despótica de un solo hombre? No señores.”

Benito Juárez.

Cuando suponíamos superada la abyección como práctica común entre poderes del Estado, somos testigos del reciente episodio de los morenistas en el Poder Legislativo. Sin asomo de vergüenza o pudor a su investidura y encargo, quienes argumentan ser la representación de los intereses del “pueblo”, sin disimulo y sin el cuidado de las formas y procedimientos, es más, sin conocer el contenido de las iniciativas, acatan los dictados de palacio nacional. Para qué leer si ellos están eufóricos obedeciendo. 

Primero Diputados y después Senadores, bajan la cerviz sin pudor alguno, tal vez agobiados por su fanatismo, pero también resguardando sus intereses personalísimos de poder. Son los mismos que indudablemente están muy lejanos de los idearios y valores que pregonan y de las apuestas por un imaginario distinto a la simulación de independencia, reflexión o razones con anclajes democráticos y de respetos al marco jurídico.

Las jornadas de rapidísima resolución de los últimos días muestran el miserable talante de muchísimos legisladores que sin duda están haciendo historia. Una historia que más temprano que tarde, diría el clásico, les estallará en la cara.

Es un punto de inflexión que abre momentos de tufo autoritario derivados de su interpretación antidemocrática de mayorías que arrasan, que traicionan y roban construcciones institucionales y legales que fueron forjándose, con todo y sus problemas, a base de esfuerzos y luchas, hoy olvidadas y desechadas incluso por algunos que participaron en la creación de esas instituciones y reglas, la verdadera forja democrática.

Las retóricas, los comportamientos que concitan la recreación de la tétrica oscuridad de un autoritarismo que mira solo en blanco y negro, que calcula en la dicotomía fascista de amigo o enemigo, sin más visión que la que provenga del líder, con la subordinación acrítica y conveniente de estar montados en la ola de la mayoría que todo lo puede porque para eso el destino y la verdad dicha los aúpa.

En estas jornadas hondamente preocupantes por las que transitan nuestras construcciones y entramados legales, políticos e institucionales pareciera que el cinismo y la complacencia de la ignorancia prevalecen. Sin diques éticos, su soberbia destruye, grita en voz alta que fuera de ellos nada puede estar.

En la violencia verbal que construyen, se suma mucho griterío desde el otro extremo también irracional, igualmente obtuso, acudiendo al desencuentro de polos que aplastan la mesura, el respeto de las formalidades constitucionales y de urgencia social que refieren tolerancias y apegos legales.

La ruta que hoy se camina, pareciera conducir cada vez más, inexorablemente a conflictos, a cierres de espacios de expresión o de pensamiento diversos, a romper la convivencia en la pluralidad y la tolerancia de la que gozábamos. La interpretación única, donde solo cabe el conmigo o contra mí, acaba de afirmarse en su presencia, al diablo con todo.

La mayoría y el poder son para demoler al contrario y si no me aceptas serás un traidor y como tal se te tratará. Que no les digan que hay otro tipo de representación de Estado democrático, porque simplemente, el Estado y el pueblo son él.

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