José Luis Ortega Vidal
La nueva etapa en la lucha interna por obtener la candidatura de MORENA a la presidencia de la República, estuvo signada -desde el pasado lunes hasta ayer- por el protagonismo de Marcelo Ebrard.
El canciller que renuncia al cargo a partir de hoy, doce de junio, presionó y generó la asamblea celebrada la víspera por la dirigencia nacional morenista con el resultado de acuerdos muy específicos sobre las reglas del juego a que se deberán ceñir las corcholatas.
Se debe a Ebrard la instrucción a los seis contendientes para renunciar a sus cargos públicos a más tardar el 17 de junio.
Si bien no habrá debates como lo pidió, Marcelo plegó al presidente López Obrador -nadie lo había logrado durante lo que va del sexenio- para reiterar su separación del proceso de sucesión.
AMLO ha ratificado su respeto al resultado de las encuestas, cuyas características fueron definidas ayer mismo y se acercan -al dar participación directa a los aspirantes en la elección de empresas demoscópicas- al piso parejo exigido por Marcelo Ebrard.
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Esta semana volvió a quedar claro Ebrard no es el “gallo” de AMLO pero sí representa la única -y muy fuerte- figura capaz de colocar a la 4T contra la pared.
Un pequeño incremento en el tono del casi ex canciller, generó durante una semana lo que la oposición política del país ha sido incapaz de conseguir a lo largo de casi cinco años: trepar a su propio ring a don Andrés Manuel López Obrador.
A partir del anuncio de la renuncia a su cargo por parte del secretario de Relaciones Exteriores y la serie de sucesos al más alto nivel de la política nacional -incluida la cena post elección en el Estado de México y Coahuila- se demostró el temor de López Obrador por un resquebrajamiento en MORENA.
Para el presidente la pugna no es sólo por la silla presidencial sino por la continuidad o abandono al plan de un cambio de régimen y de sistema político.
Incluso, si MORENA llegase a ganar la presidencia el año próximo, si no logra obtener la mayoría absoluta en el Congreso, la 4T quedaría coja, y ya sin AMLO al frente prácticamente quedaría muerta al no haber condiciones para las Reformas Constitucionales que un sexenio no alcanzó para concretar; entre ellas la judicial, la electoral, la de seguridad; amén de los ajustes macroeconómicos y las mega obras.
Todos, son temas torales en la transformación del Estado mexicano que AMLO se propuso luego de su triunfo en el 2018.
Cambio de régimen y sistema político son conceptos difíciles de entender y captar desde la perspectiva popular, pues aluden a estructuras de Estado nunca abordadas con un lenguaje directo y digerible por parte del presidente.
El discurso cotidiano presidencial se fundamenta en la chabacanería, en el doble lenguaje, la burla, el albur, a fin de alimentar adeptos a quienes la temática intelectual no les interesa y menos cuando tienen frente a sí la necesidad de atender problemas básicos de sustento que -consideran- el gobierno actual resuelve o ayuda a paliar.
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Marcelo Ebrard sacudió a López Obrador porque -a diferencia de Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López- no sólo es testigo directo de la apuesta a un cambio de régimen y sistema político impulsada por AMLO, sino que maneja su propio andamiaje de poder.
Desde su experiencia política personal -es un auténtico todoterreno- Ebrard maneja su propio concepto de Estado.
Es dueño de un discurso de poder de su autoría y ha establecido durante décadas relaciones dentro y fuera del país con las fuerzas que simpatizan o chocan con su hoy némesis: el hombre que ocupa la silla que él busca.
El presidente está consciente que Marcelo nada solo y por tanto no necesita de sus vejigas; más aún: López Obrador ubica la tendencia de triunfo de Claudia en la lucha por las encuestas como un escenario menor frente a la lucha electoral de amplio espectro que serán los comicios federales del 2024.
Un eventual enfrentamiento de Sheinbaum vs Ebrard, el año próximo, implicará la guerra entre MORENA y todos aquellos partidos y sectores de la sociedad mexicana rivales de AMLO, ajenos a su control, enemigos de su continuidad y/o de sus ideas sobre el futuro de México.
La oposición no cuenta con figura alguna capaz de enfrentar a MORENA durante la lucha sucesoria; su único David para enfrentar a Goliat es Ebrard.
Marcelo es dueño de un cuerpo propio, es capaz de mover a miles que se convertirían de un momento a otro en cientos de miles sólo como consecuencia de su renuncia, del recorrido que hará por el país.
Paralelo al tema de las encuestas, Marcelo Ebrard podrá demostrar durante las próximas semanas que el morenismo no es inalcanzable y el obradorismo tiene fecha de caducidad.
Una muestra de ello se ubica en la suma de votos a favor del PRI en el Edomex y Coahuila el pasado 4 de junio, donde apenas 1.5 % lo separó de los votos alcanzados por MORENA.
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Aún veo el proceso de las encuestas como un mecanismo manipulable y construido a modo de disfraz del dedo presidencial pro Claudia Sheinbaum o Adán López como plan “b”…
En septiembre conoceremos el nombre del candidato (a) morenista.
Si Marcelo Ebrard está participando de este proceso bajo la idea de “perder con dignidad” y negociar un final decoroso de su inteligente carrera política, estaremos ante un capítulo penoso de la histórica democrática en el país; cuando el único David frente al Goliat de Macuspana “se rajó” antes de tocar la piedra…
Por el contrario, si Marcelo Ebrard está participando de este proceso bajo la idea de ganar o perder en buena lid sin negociaciones de por medio más allá de la demostración contundente de un juego limpio y parejo, estaremos ante una muestra de avance en la democracia mexicana.
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¿Hay un tercer escenario?
Sí.
La historia reclama un avance democrático fundamentado en el cambio de régimen y sistema político propuesto por AMLO en el 2018 pero imposible de obtener en un sexenio, por lo cual se requiere de la continuidad durante seis años más.
Ese avance democrático no se puede lograr sin las reglas democráticas.
Por lo tanto, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador resultan los protagonistas de una condición Sine Qua Non, sin la cual el país no avanzará: un relevo presidencial democrático.
Las encuestas no garantizan la transparencia obligada.
Si Marcelo Ebrard es derrotado vía las encuestas y entierra su futuro político, le habrá fallado a la historia.
Si Marcelo Ebrard es triunfador en las encuestas y resulta candidato de MORENA, AMLO habrá demostrado un rostro hasta hoy totalmente ajeno a su perfil como dueño del poder: ser demócrata.
Si Marcelo es derrotado en las encuestas -por las buenas o por las malas- y toma la determinación de cerrar su carrera política en la lucha desde las urnas, gane o pierda en el 2024 será recordado como el David mexicano del primer cuarto del siglo XXI.
De paso, al encabezar el único frente político capaz de enfrentar al Goliat guinda, provocará un equilibrio entre los poderes: un Congreso sin mayorías absolutas y un Poder Judicial a salvo de reformas funestas.
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Ante un escenario así, gane quien gane el primer domingo de junio del año venidero, la lucha por instaurar un nuevo régimen y sistema político habría de continuar.
De otro modo, el país estaría repitiendo graves errores del pasado.
VARIA
Este domingo se inauguró la coordinación del Movimiento Progresista en Acayucan. La encabeza el diputado Marco Antonio Martínez Amador. Llegaron legisladores, la dirigencia estatal y nacional de la organización y gente la región. Hay músculo pro Marcelo Ebrard en el sur.