Convencida de que Dos Bocas no refinará en septiembre, ni en noviembre, ni en el 2024, la zacatecana Rocío Nahle le está dando vuelta a la página y este martes salió a orearse, a despejar la mente y a ver hacia adelante.
Alguno de sus asesores le ha de haber dicho que santo que no es visto no es adorado, por lo que reanudó sus paseos en busca de la candidatura de Morena a la gubernatura con un desayuno con miembros del Consejo Gastronómico de Veracruz, quienes le plantearon la necesidad de que les reduzcan las prohibitivas tarifas eléctricas.
Y Rocío los choreó: “Se están analizando junto con la CFE, las tarifas eléctricas de 2 mil 500 municipios del país y en ese paquete están las de los municipios veracruzanos”. Es decir, el mismo cuento que han contado por generaciones infinidad de políticos.
Pero aprovechó el foro para decir que le debe todo a Veracruz. Y qué bueno que lo reconozca; lo malo es que no le ha pagado nada.
“He sido diputada, senadora y le debo todo a Veracruz. Entonces, esté donde esté siempre voy a trabajar por Veracruz, porque así debe ser…” dijo. Y en efecto, así debería ser. Pero no lo es porque no ha hecho nada que no sea beneficiarse y beneficiar a familiares y compadres.
Y más que deberle a Veracruz, le debe lo que es a López Obrador que la sacó del anonimato para hacerla diputada, senadora, Secretaria de Energía y responsable de la construcción de una refinería que ha sido su más sonado fracaso y que será uno de los grandes chascos del sexenio.
En su columna del 13 de agosto titulada Dos Bocas una historia que apesta, el periodista Roberto Rock señala: “Tras casi cinco años de retórica gubernamental sobre la refinería Dos Bocas, los presupuestos anunciados y los plazos comprometidos para su entrada en operación han demostrado será imposible de cumplir. (Por lo que) se perfila como el mayor desastre del sexenio de López Obrador. Una herencia maldita para quien lo suceda en la Presidencia.
“Fuentes gubernamentales y reportes de expertos prevén que durante su mandato, López Obrador no verá salir un solo litro de gasolina producida en esas instalaciones. Estimaciones serias anticipan que el gasto total de la obra alcanzará los 23 mil millones de dólares, casi el triple de lo anunciado originalmente: 8 mil millones de dólares”.
El tercer párrafo de la columna es demoledor: “Algunos análisis son más desalentadores: nunca existió un proyecto ejecutivo para construir la nueva refinería; existen muchas dudas sobre los indicadores de seguridad para evitar una tragedia humana y ecológica; persisten inquietudes sobre la capacidad para evitar que sus terrenos se inunden, como ha ocurrido históricamente; hay una total opacidad en la asignación de contratos a particulares y su nivel de competencia en este ramo. Concluyen: La planta nunca funcionará, o no lo hará con los alcances ofrecidos… El asunto apesta por todos lados, dicho en términos coloquiales”.
Pero con todo eso a cuestas, Rocío le está dando vuelta a la página. Allá que se las arregle quien la suceda como responsable de una refinería que nació con mala estrella y que la zacatecana terminó de estrellar.
El pasado martes en el restaurante Casa Bonilla de Coatepec, la mujer era todo sonrisas, repartió apretones de manos, palmaditas en la espalda y se tomó las consabidas selfies, lo que motivó a sus fieles seguidores.
“Ya arrancamos en serio y ahora sí mi hermano, de aquí pa adelante y no pararemos hasta llegar a Palacio de Gobierno”, me dijo uno de ellos.
Pero tengo mis dudas lector.
O López Obrador en efecto la postula como candidata con los riesgos que ello implica, o la baja del caballo como lo hizo con el director del IMSS, Zoé Robledo, que buscaba la gubernatura de Chiapas y el de Pemex, Octavio Romero Oropeza, que anhelaba ser gobernador de Tabasco.
De sopetón Andrés Manuel les cortó las alas al manifestar que ambos “le pidieron” continuar en sus puestos y acompañarlo hasta el final del sexenio.
¿Será que un día nos salgan conque Rocío también “le pidió” lo mismo al presidente?