Dentro del pataleo de Marcelo Ebrard está su referencia a un Movimiento Progresista expresado en la difícil circunstancia que lo deja haber sido derrotado por las encuestas que, haya sido como haya sido, dieron la preferencia a Claudia Sheinbaum. Ese sugerente planteamiento induce a la idea de la creación de un nuevo partido. Obviamente, de concretarse esa posibilidad sería en tiempos poselectorales, es decir, no encuentra cabida en la competencia electoral de 2024. El fenómeno ocurre cada seis años, porque nuestro marco normativo electoral diseña la creación de nuevos partidos una vez pasadas las elecciones, tal como sucedió después de 2018 cuando surgieron nuevos partidos: Redes Sociales Progresistas, Fuerza Social por México y Partido Encuentro Solidario, que se sumaron al diagrama partidista ya existentes: PAN, PRI, Morena, PRD, PT, MC y Verde Ecologista, por cierto, fueron de efímera presencia porque en la siguiente elección perdieron el registro.
Marcelo Ebrard estuvo muy cerca de los acontecimientos ocasionados por la inconformidad de Manuel Camacho Solís en 1987 cuando no fue el señalado por el presidente Salinas como candidato del PRI a la presidencia de México, sino Luis Donaldo Colosio. Ya está registrado históricamente el impacto que la actitud contestataria de Camacho provocó en los inicios de la campaña priista de Colosio, una conducta que finalmente derivó en su salida del PRI para más tarde crear el Partido del Centro Democrático, de corta existencia por cierto (1999-2000). En 2000 este partido postulo a Camacho para la presidencia, y a Marcelo Ebrard para la jefatura de gobierno de la CDMX, aunque antes de la elección declinó a favor de la candidatura del candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador. Fue debut y despedida del PCD porque perdió el registro. Ahora, nada hay aún acerca de ese Movimiento Progresista que adelanta Ebrard, en los días por venir podremos comprobar si prosigue el intento para crear nuevo partido o es simplemente un planteamiento formulado al calor de las circunstancias que rodean a Ebrard. Coincidencias de la política, si las hay, pero los actuales días de Marcelo reinstalan con sus correspondientes matices aquel episodio de Camacho en 1987-1988, y no se duda que se pondrá a prueba el temple de Ebrard ahora que la derrota empieza a reflejar el saldo correspondiente: el frío de la soledad que contrasta con el estruendo que acompaña a quien se lleva el triunfo.