Mientras muchos de sus seguidores se creen completo el “cuento” de la “lucha contra la corrupción” del pasado y el consabido “no somos iguales”, Morena se llena de tránsfugas. Y de los de la peor ralea.
Este sábado, su virtual candidata presidencial, Claudia Sheinbaum Pardo, encabezó un acto proselitista en Sinaloa –que la autoridad electoral debería estar contabilizando y sancionar- en el recibió gustosa la “adhesión” de 54 ex priistas de ese estado, entre ellos incluso el ex campeón mundial de boxeo Julio César Chávez. El mismo que presumía con orgullo su priismo en sus años de gloria y hasta desfiló una vez por las calles de la Ciudad de México para celebrar una victoria con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. El “innombrable”, como solía llamarlo Andrés Manuel López Obrador.
Los morenistas sinaloenses –seguramente muchos de ellos realmente convencidos del discurso de la “transformación” y “moralización” de la vida pública del país que enarbola, de dientes para afuera, el obradorismo- no tomaron a bien la “bienvenida” a quienes hasta hace muy poco tildaban de corruptos, muy probablemente con toda razón, y los abucheos retumbaron en un salón facilitado para la reunión por otro priista, el dirigente del Sindicato de Trabajadores al Servicio el Estado de Sinaloa, Michel Benítez.
La respuesta de Sheinbaum no fue realmente sorprendente, aunque no por ello menos cínica. “Nosotros tenemos nuestras causas. Aquí el que quiera sumarse a nuestras causas y esté de acuerdo en cambiar la Constitución para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación sea electa por el pueblo, bienvenido”, exclamó, aunque los abucheos siguieron.
El pragmatismo rampante –de alguna manera normal en el ejercicio de la política- con que se conducen es diametralmente opuesto a la narrativa de puritanismo político con la que navega el obradorismo. Empero, tampoco es algo nuevo.
En Morena ajustan con gran facilidad sus “principios” –a lo Groucho Marx, pero sin gracia- para aceptar a quien llegue a sus filas, si con ello creen obtener alguna ventaja o beneficio. Basta con “arrepentirse” de haber sido “corrupto”, integrante de la “mafia del poder” y “prianista” en el pasado para, con la “bendición” de la “fuerza moral” del “amado líder” –o ahora, de su “elegida”-, ser “purificado”. Y con eso ¡zas! Se acabaron los cuestionamientos a conductas inaceptables, fraudes financieros y electorales, y hasta a crímenes más graves. Todo sea por la “transformación”.
Así han llegado a Morena todo tipo de impresentables de varios partidos –no solo del PRI- a hacer lo que saben hacer: negocios al amparo del erario, desvíos descarados de recursos, fraudes sistemáticos a la ley y toda clase de abusos de autoridad para beneficiarse.
De Manuel Bartlett a Manuel Espino; de Ricardo Monreal a Adán Augusto López; de los insufribles verdes a los evangélicos de Encuentro Social; de los alemanistas a los fidelistas y duartistas veracruzanos; de los marinistas a los morenovallistas poblanos. El propio López Obrador, hechura del nacionalismo revolucionario a la usanza echeverrista. Todos caben en un movimiento sin más convicción que la de encaramarse en el poder.
Claudia Sheinbaum no representa nada diferente. En realidad, nadie de la actual clase política lo hace. Pero el morenato se atraganta su pretendida “superioridad moral” con “sapos” cada vez más purulentos que debe deglutir sin hacer gestos, no solo recibiendo a las ratas que saltan de los barcos que se hunden, sino aplaudiendo una militarización fascistoide que le costará muy cara al país; el desmantelamiento del sistema de salud; el abandono de la ciencia y la tecnología; y la destrucción de un sistema legal y democrático que muchos de ellos ayudaron a construir con sangre, sudor y lágrimas, y que ahora ayudan a aplastar porque lo que querían, lo que siempre quisieron, es que los pusieran donde hay.
Lo que sí resulta completamente despreciable es que quien pretende ser la primera presidenta de México quiera justificar su ausencia de principios y escrúpulos parafraseando a Heberto Castillo, de cuya figura se encuentra a años luz. “No importa de dónde vienen, sino hacia dónde vamos”. Como si Cárdenas representara lo mismo que Bartlett.
La “4t” no tiene reparo en “pepenar” lo que sea y a quien sea, porque en realidad lo único que la motiva, su único principio real, es el de hacerse y permanecer en el poder. No más. Y están dispuestos a hacer lo que sea por lograrlo. Ya están en eso.
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