Antonio Lagunes Fuertes
Herbert Simon, economista, politólogo y teórico de ciencias sociales, laureado con el Premio Nobel de Economía en 1978 y con el Premio Turing en 1975, alertó en un estudio sobre la economía de la atención que la gestión de la atención humana como recurso escaso y valioso en el entorno digital requiere la habilidad de atraer y mantener la atención para convertirla en valor económico.
En un mundo inundado de información, Simon observó que la abundancia de datos conduce a una escasez de lo que la información consume: la atención de los receptores. Por tanto, la información genera una «pobreza de atención», demandando una ubicación eficiente de esta atención entre una sobreabundancia de fuentes que pueden consumirla
Este fenómeno es especialmente relevante en la era digital y de hiperconectividad en la que nos encontramos. Vivimos en un entorno inundado por una constante avalancha de información. Las redes sociales, las aplicaciones y la internet en general nos brindan acceso instantáneo a una cantidad sin precedentes de información, entretenimiento y comunicación. Si bien esto ha simplificado nuestra vida en muchos aspectos, también ha generado un ambiente de inmediatez impaciente que conlleva un alto costo: el déficit de atención. Este déficit se manifiesta en la dificultad para concentrarse, mantener el enfoque y resistir las distracciones.
Diversos estudios concluyen que el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede desencadenar dependencia, insomnio y otros problemas de salud mental y física. En adultos, el uso excesivo de tecnología puede llevar a la falta de concentración y bajo rendimiento en el trabajo. En los adolescentes, cuyo uso de las redes sociales es casi universal y que suelen pasar mucho tiempo en línea, a menudo olvidan la vida fuera de línea. Esto puede provocar un desequilibrio social que altera su forma de relacionarse y compartir información.
El déficit de atención no solo afecta a la productividad, sino también a la capacidad de análisis y a la percepción de la verdad. Al estar expuestos a tantos estímulos y mensajes, corremos riesgo de perder la profundidad, la reflexión y el pensamiento crítico, conformándonos con lo superficial, lo simplista y lo emocional. De esta manera, nos volvemos más vulnerables a la posverdad y a la creencia en la falsedad o la mentira, fenómenos que se basan en la manipulación, la desinformación y la apelación a los prejuicios y las emociones de las personas.
Un ejemplo de la gravedad de este problema es un informe de la consultora Gartner. Predijo que en 2022 se consumirían más contenidos informativos falsos que verdaderos. La desinformación es un fenómeno con el que convivimos a diario, y las redes sociales funcionan como un colaborador necesario. Permiten la difusión a gran escala y a un ritmo vertiginoso de noticias falsas. Además, son un vehículo ideal para estrategias de comunicación que apelan directamente a las emociones, obviando la complejidad de los problemas. Su efecto multiplicador se agrava en un contexto de polarización donde las medias verdades, los mensajes tergiversados o, directamente, la falsedad, prosperan en un terreno fértil.
Para ilustrar este problema, recordemos un caso ampliamente difundido y que abordaré a través de la imaginación. María se encontraba navegando por internet, cuando de pronto un titular llamó poderosamente su atención: «Fallece el famoso cantante José Luis Perales». Conocedora de la brillante carrera del artista, la noticia la tomó completamente por sorpresa. Sin tomarse el tiempo para verificar la información, rápidamente compartió el enlace con sus contactos en redes sociales.
En cuestión de minutos, decenas de reacciones comenzaron a llegar expresando el asombro y tristeza ante la inesperada pérdida. Sin embargo, algo no terminaba de cuadrar. Fue entonces cuando María decidió indagar un poco más antes de dar el rumor por cierto. Para su sorpresa, encontró el desmentido del propio Perales a través de un video publicado desde Londres, donde aseguraba encontrarse vivo y coleando.
Este caso sirve para reflexionar sobre los peligros a los que nos enfrentamos en la era de la posverdad. Con niveles crecientes de desinformación y atención cada vez más fragmentada. Lo anterior demuestra la dimensión del problema. Para combatirlo, es esencial fomentar la conciencia, la crítica y la responsabilidad en la información que consumimos y compartimos, a través del desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico y el análisis a fin de navegar de manera efectiva en este mar de información y desinformación.
Se deben aplicar criterios como verificar la fuente, contrastar la información, analizar la intención, evaluar la evidencia y reflexionar sobre nuestras opiniones. Estos criterios fortalecen nuestra capacidad de análisis y nos protegen de la posverdad, permitiéndonos aprovechar las ventajas de las redes sociales y las aplicaciones sin caer en sus trampas.
En la era digital, la responsabilidad de discernir la verdad recae cada vez más en nosotros. Como sociedad y como individuos, tenemos un reto enorme por delante para combatir esta plaga con espíritu crítico y mediante la alfabetización mediática. Solo así podremos hacer frente a las amenazas sobre la verdad y el sano debate público.
Ideario en Perspectiva
Hace unos días la revista Nexos, publicó un análisis donde plantea un panorama sombrío para la educación superior y la ciencia en México, destacando la precarización que ha surgido debido a los recortes presupuestarios, la disminución de becas y la falta de inversión en investigación y desarrollo. Asimismo, se menciona la falta de diálogo y cooperación entre las autoridades gubernamentales y la comunidad académica y científica.
Basándonos en este análisis, surgen algunas preguntas que las autoridades universitarias, investigadores, académicos, estudiantes y las comunidades académicas deberán considerar.
- ¿Cómo pueden las instituciones de educación superior y los centros de investigación adaptarse y responder de manera eficaz a los recortes presupuestarios sin comprometer la calidad de la educación e investigación?
- ¿Qué estrategias se podrían implementar para fomentar un diálogo constructivo y la cooperación entre las autoridades gubernamentales y la comunidad académica y científica?
- ¿Qué alternativas existen para la búsqueda de financiamiento en el sector de la educación superior y la ciencia, más allá de los recursos gubernamentales?
- ¿Cómo pueden los estudiantes, el profesorado y el personal de investigación participar activamente en la lucha contra la precarización de la educación superior y la ciencia y qué acciones podrían realizar en este sentido?