domingo, diciembre 22, 2024

“¡Soy Veracruzana!”, Nahle… (lectura no recomendable para “cacalovers”) 

Por Edgar Hernández* 

Dado que se observa a Rocío Nahle igual de atarantada y voluntariosa que Cuitláhuac, vale la pena explicar qué es el ser veracruzano. 

Ser veracruzano es un estado de ánimo, acaso dicharachero, pero cumplido; alburero, pero inalterablemente orgulloso de sus orígenes en donde confluyen tres culturas; bromista, pero sumamente serio para la política; patriota y defensor ante los invasores de ahí lo cuatro veces heroica. 

Cantor, poeta, trovador y bohemio así es el veracruzano. Es el lugar donde se juntan dos veracruzanos y terminan por formar -al menos planear- un partido político.  

Bueno, ¿No ha dado 7 presidentes veracruzanos a la república y ha sido incansable aportador de talentos para las bellas artes, el folclor y el baile? 

Veracruz es algo más que la oriundez. Ser veracruzano es simplemente ser. 

Es, como decía Lara, ser rumbero y jarocho. 

Jarocho viene de jara, una flecha o lanza, que en la colonia era utilizada por lanceros negros que defendieron al régimen español durante la independencia de México. Ser veracruzano no es tener una casa para justificar la oriundez.  

Tampoco tener un esposo veracruzano que en el caso que no ocupa ha sido un perseguido de la justicia.  

Ser Jarocho es ser generoso, poeta, soñador, dicharachero, cantante, bailador y bohemio, pero sobre todo alegre. Ser Veracruzano es un privilegio al cual no todos, ni todas tienen derecho. 

Ser veracruzano no es enfundarse un traje típico y decir picardías. Tampoco ocasionalmente asistir a un Carnaval. Ser veracruzano es formar parte de ese mosaico multicolor, un rompecabezas de alegría que cada año se manifiesta en el Carnaval que se realiza desde 1924.  

El orgullo jarocho no se finca en ser amigo, aliado o cómplice de López Obrador, menos decretar la oriundez en donde en la impronta y respondiendo a intereses insanos, más que por querencia o amor a la tierra, se impone quien nos debe mandar, así sea una zacatecana.    

Ser veracruzano o veracruzana es ser parte de la tradición, del folklore, de los huapangos y danzones, es ser parte de su música, de la sensibilidad, la gracia y el carisma que nos caracterizan. 

En Veracruz habitamos 8 millones de veracruzanos, más que cualquier república, por tanto, tenemos el equivalente a un país en el cual todos los días busca matar el “Mal Humor”. 

En Veracruz hemos tenido no malos, sino pésimos gobernantes, pero no un destino fatal o manifiesto que de carta abierta a todo aquel truhan que pretenda gobernarnos o a quien está bajo sospecha de corrupción, mal manejo del dinero público o ser inservible para la administración pública. 

Para ser veracruzano o veracruzana se requiere tener el más absoluto conocimiento de lo que pasa en Pueblo Viejo, Zongolica o con nuestros afrodescendientes -¿No cuenta el Bola #8, eh?-. 

Veracruz es algo más que las raterías o un mal gobierno como el de Morena que emergió en el año de la peste en 2018 que cayó como maldición. 

Veracruz es emoción.  

Es una cascada de sensaciones inigualables, calidez en su gente, paisajes espectaculares y destinos. Veracruz son 700 kilómetros de litorales, la tercera parte del agua de la república, petróleo y minerales, recursos naturales y ese estar en contacto con la naturaleza. 

Veracruz no es para llegar de fuera para robar -más ahora que el presupuesto será a partir del 2024 de 160 mil millones de pesos-. Veracruz es el que nos enaltece al cumplir 500 años. Es el Veracruz sede de los Tratado de Córdoba en 1821 que dio sustento a nuestra independencia nacional y puerta de entrada a la Nueva España. 

Dicho con toda propiedad nuestro Veracruz nada que ver con alguien que viene de Zacatecas, a quien toda su vida fue nadie hasta que sus amigos la llevaron a las más altas esferas del poder a través del trampolín del poderoso sindicato petrolero. 

Veracruz es donde nace el mestizaje y donde se consolida la identidad nacional, no es cualquier plaza olvidada para gobernar a la sombra con oscuros intereses. 

Ser veracruzano o veracruzana es respetar a los 4.2 millones de mujeres, estas sí veracruzanas, que son mejores, muchísimamente mejores que las traídas por accidente político de otras tierras. 

Ser veracruzana es ser parte de nuestras costumbres y tradiciones, de las fiestas patronales de cada pueblo veracruzano, las cuales a su vez son reflejo de la riqueza histórica de nuestra entidad, así como resultado de nuestra mezcla étnica. 

Este es el Veracruz, que si bien ha tenido manzanas podridas, siempre anhela la esperanza de que llegue alguien a ayudar a nuestros pueblos donde el hambre y hambruna cubre a 2.3 millones de veracruzanos. 

Es la esperanza viva de que alguien llegue para cumplir y no para seguir robando. 

Los veracruzanos no entendemos el desplante o enojo por regatearle el aplauso a la fuereña. Tampoco entendemos con regaño y palabras altisonantes, menos con una imposición.  

Somos tozudos, acaso intolerantes, cuando se trata de defender lo nuestro, imposible, por tanto, aceptar a quien trae una ficha curricular llena de lodo y procede de los sótanos del poder. 

Si la señora Rocío Nahle, virtual candidata de Morena a la gubernatura de Veracruz -2024-2030- no cumplió en “Dos Bocas” a pesar de pretender engañarnos con un litro, turbio por cierto, de gasolina como primera muestra de los 230 mil litros que presuntamente entregará la refinería en diciembre ¿Por qué si confiar en que cumpliría a los veracruzanos los siguientes seis años? 

¿Por qué si favoreció con negocios multimillonarios a sus amigos, compadres y familia del huésped de Palacio, tendríamos que confiar en que con nosotros si será honesta? 

Por ello aun no siendo candidata la ciudadanía ya empezó a pronunciarse al hacer extensivo su repudio y abierto rechazo a una zacatecana que pretende gobernarnos. 

No se quiere entender que Veracruz es para los veracruzanos. 

Tiempo al tiempo. 

*Premio Nacional de Periodismo 

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