Horror el que se vive estos días en Israel, Líbano, Cisjordania y la Franja de Gaza. Son tiempos de fanáticos. Los extremistas están imponiendo sus condiciones. De un lado y del otro, el odio se va retroalimentando. La sensatez del centro se ha perdido. Los radicales van ganando.
Amos Oz ha sido, quizá, el escritor más importante de Israel. Por desgracia ya falleció, porque vaya que hoy se extraña esta voz de una de las figuras de mayor peso intelectual en el Estado judío. Desde los años sesenta del siglo pasado se convirtió en una las figuras más prominentes a favor de la paz con los árabes incluyendo, desde luego, los palestinos.Para Oz, el conflicto árabe-israelí era, en esencia, una disputa territorial que, por desgracia, se había convertido en una batalla donde los fanáticos de ambos lados impedían cualquier intento de reconocimiento y reconciliación.Más allá de este conflicto de Oriente Medio, Oz, en un fantástico ensayo titulado Contra el fanatismo, nos da un retrato muy certero de lo que es un fanático.En estos días aciagos en su querido Israel, bien vale la pena recordarlo:“La semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo”.“Todos los fanáticos sienten una atracción, un gusto especial por lo kitsch. Muy a menudo, el fanático sólo puede contar hasta uno, ya que dos es un número demasiado grande para él o ella. Al mismo tiempo, descubriremos que, a menudo, los fanáticos son sentimentales sin remedio”.
“Conformidad y uniformidad, la urgencia por ‘pertenecer’ y el deseo de hacer que todos los demás ‘pertenezcan a’, pueden constituir perfectamente las formas de fanatismo más ampliamente difundidas, aunque no las más peligrosas”.
“Una vez dicho que la conformidad y la uniformidad son formas morigeradas, pero extendidas de fanatismo, tengo que añadir que, con frecuencia, el culto a la personalidad, la idealización de líderes políticos o religiosos, la adoración de individuos seductores, bien pueden constituir otras formas extendidas de fanatismo”.
“Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar”.
“El fanático es un gran altruista. A menudo, está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte”.
“El fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí mismo en absoluto”.
“Al final, el fanático nunca es más feliz ni está más satisfecho, así muera o se convierta en bufón”.
“Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor”.
“Con frecuencia, los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen un sarcasmo muy sagaz, pero nada de humor. Tener sentido del humor implica habilidad para reírse de uno mismo”.
“El fanatismo comienza en casa”.
“Por lo que se refiere al sentido del humor, imaginar al otro, reconocer la península que hay en cada uno de nosotros, puede constituir al menos una defensa parcial contra el gen fanático que todos llevamos dentro”.
En su ensayo, Oz argumenta que la imaginación, literatura y humor son antídotos bastante eficaces contra el fanatismo.
De eso se trata el ensayo del escritor israelí que no sólo ofrece un magnífico retrato del fanático, sino soluciones a este problema. Recomiendo mucho la lectura de este ensayo, pequeño libro publicado por la editorial Siruela, ahora que el fanatismo, por desgracia, sigue imponiéndose en tantas regiones del mundo, ni se diga en Oriente Medio.
X: @leozuckermann