La sensibilidad política nunca fue una virtud muy practicada en la política mexicana. Desde la frase de José López Portillo, que presumía «el orgullo de mi nepotismo» para justificar el nombramiento de su hijo José Ramón como subsecretario de Programación en su gobierno; hasta el «No traigo cash» con el que Ernesto Zedillo le contestó a una anciana de Querétaro que le vendía servilletas bordadas; pasando por el «haiga sido como haiga sido» de Felipe Calderón, por las denuncias de fraude en su elección; el «ni los veo ni los oigo», de Salinas de Gortari ante el asesinato de opositores del PRD en su administración; el «¿Y yo por qué?», de Vicente Fox ante el agandalle de TV Azteca al apropiarse de las antenas del Canal 40, o el ya célebre «ningún chile les embona» con el que Peña Nieto respondió a su críticos, la insensibilidad ante el dolor, la corrupción, la pobreza o la tragedia ha sido la constante en la mayoría de los gobernantes mexicanos, sin importar su partido o ideología.
Y en los actuales gobiernos de Morena esa carencia de sensibilidad ante los problemas que afectan, golpean, indignan o lastiman a los mexicanos no sólo ha continuado, sino que está teniendo expresiones públicas de gobernantes morenistas, de los tres niveles de gobierno, que además de sorprender y causar indignación, llegan a rayar en el cinismo, la ignorancia o de plano el valemadrismo. Ejemplos sobran tan sólo en lo que va del actual sexenio. Lo mismo del presidente López Obrador, que en el arranque de la peor pandemia que hayamos conocido los mexicanos contemporáneos y que le costó la vida a al menos 800 mil ciudadanos de este país, se aventó a decir que «la pandemia nos cayó como anillo al dedo», igual que les advirtió a los pequeños negocios, comercios y empresas de todo tipo que no habría para ellos ni apoyos económicos ni condonación de impuestos o servicios: «Que cada quién se rasque con sus uñas», ante la crisis económica que tiró a la economía nacional y a miles de negocios familiares y pequeñas empresas con -8% del PIB.
No alcanzaría el espacio de esta columna para citar las expresiones insensibles, excesivas o hasta agresivas que el Presidente ha tenido en situaciones difíciles o críticas para los mexicanos, pero baste mencionar dos de las más recientes: la del lunes pasado, cuando volvió a acusar a los medios de estar «exagerando» la situación del megadesastre y el caos en Acapulco por el Huracán Otis, cuando dijo que los reporteros debían decir «que no nos fue tan mal, al menos no como le fue a Nueva Orleans con el huracán Katrina, que golpeó a esa ciudad en 2005; y su ofensiva gracejada de haber fingido que no escuchaba los gritos y preguntas de los reporteros en la mañanera cuando le pedían comentar sobre la desaparición y muerte de cinco jóvenes de Lagos de Moreno, Jalisco, donde incluso contó un desafortunado chiste de las personas que fingían no escuchar, aunque realmente oían lo que les preguntaban.
Y como en esta administración todos quieren imitar al Presidente, vemos casos lamentables de gobernadores como el de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, que después de haber sido un rector y académico respetado al frente de la UAS, ahora se ha convertido en un gobernador boquiflojo, hablador y controvertido por sus comentarios agresivos lo mismo contra reporteros y periodistas de su estado, contra campesinos que le reclaman apoyos y a los que reta «no te tengo miedo», o de plano el vergonzoso y delictivo momento en el que el mandatario morenista reconoce públicamente que protegió y reubicó a un funcionario de su gobierno acosado de acoso sexual a mujeres. «Ya lo conozco, él es acosador pero sexual. Ya le di la oportunidad yo: ‘A ver, vete a un lugar distinto, yo te voy a proteger, pero donde no quiero que hagas lo mismo’, porque él estaba en el Centro de Justicia. No lo hemos cambiado de área; yo le ofrecí cambiarlo a un lado donde haya puros machos como él para que no tengan problema», dijo el Gobernador en una conferencia de prensa oficial el pasado 6 de octubre.
Pero lo insensible e indolente no es exclusivo de los gobernantes hombres de la 4T. Recientemente, el viernes pasado, cuando apenas habían pasado 24 horas de la devastación y tragedia de Otis en Acapulco, en la ciudad de Chilpancingo, a tan sólo 115 kilómetros de distancia entre las dos ciudades guerrerenses, la alcaldesa morenista de la capital, Norma Otilia Hernández, celebró en grande su segundo informe de gobierno con un acto apoteósico en el que llenó la plaza principal de gente, mandó quemar juegos pirotécnicos y puso música, cuando los acapulqueños y 10 municipios más de la Costa de Guerrero estaban de luto por la muerte y destrucción que les dejó el huracán.
Y ya en el colmo de la insensibilidad, sea por ignorancia o sea por cinismo o por un simple desplante u ocurrencia de poder, la gobernadora Indira Vizcaíno, de Colima, justo en la capital de su estado que está catalogada como «la ciudad más violenta del mundo» y también de México, a partir del número de homicidios dolosos registrados por cada 100 mil habitantes, aprovechó el pasado fin de semana la presencia del popular grupo de Los Tigres del Norte en la inauguración de la feria estatal de su estado para subirse a cantar con ellos en el escenario la canción del «Jefe de Jefes», que es uno de los primeros y más populares narcocorridos compuesto en honor de Miguel Ángel Félix Gallardo, el que fuera el sanguinario jefe del Cártel de Guadalajara y que hoy está preso por narcotráfico.
¿Será que la gobernadora Vizcaíno no sabe que ese es un narcocorrido que ensalza y hace apología del crimen organizado o será de plano que no le importa que los ciudadanos de su capital y de todo su estado viven asediados y asfixiados por la violencia del crimen organizado que ha convertido a Manzanillo y a la propia ciudad de Colima en territorios de balaceras, asesinatos y ejecuciones, además de cobrar piso y amedrentar a toda la población? O de plano no se conduelen del dolor, la desgracia, la pobreza, la corrupción y la violencia que golpea a sus gobernados, o de plano el poder los volvió mezquinos, indolentes y cínicos… Los dados mandaron Escalera Doble. Subida.