domingo, diciembre 22, 2024

El episodio Uresti

El Presidente no puede salirse del escándalo mediático-político que produjo la salida de Azucena Uresti de Milenio Televisión. Una vez más, este martes, criticó a la conductora, repartió más veneno contra otros periodistas y cuando se puso la chaqueta de defensor de la libertad de prensa los botones brincaron, las costuras se deshicieron y las mangas se rompieron. ¿Por qué razón el presidente Andrés Manuel López Obrador siguió metido en el lodo avivando la discusión? La respuesta parece encontrarse en que la abrupta salida de Uresti reavivó los señalamientos de ser intolerante al pensamiento diferente y censor de la prensa.

Un análisis de la conversación digital sobre su salida revela que Uresti le ganó la primera partida al Presidente. Desde que anunció su salida de Milenio Televisión, el viernes pasado a las 10 de la noche, hasta el lunes, el impacto de la noticia llegó a casi 8 millones de personas, tuvo 286 mil menciones, se indexaron mil 530 noticias en Google, y las reproducciones en Facebook y YouTube ascendieron a 2 millones. En ese universo, 66 por ciento responsabilizó a López Obrador de su salida y 41 por ciento dijo que cometió un acto de censura.

La catarata de críticas originó una operación de control de daños desde la misma noche del viernes en las redes. Cuentas controladas por el vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, trataron de cambiar la conversación, a lo que se sumaron otras de las cuentas que responden a los intereses de Palacio Nacional, que intentaron desacreditar a la periodista y desmentirla.

López Obrador se montó en el tema el sábado, en defensa propia, y le pidió a Uresti que explicara lo que quiso decir y señalar “cuáles fueron las circunstancias especiales que se están viviendo y por lo que deja la televisora” –sugiriendo presiones–, un posicionamiento que alimentaron desde ese mismo día las cuentas manejadas por Ramírez Cuevas y simpatizantes del Presidente. Hasta el lunes, 59 por ciento de quienes participaron en la conversación digital coincidía con el llamado a que abundara Uresti en su declaración, retomando un comunicado que dio a conocer el Grupo Milenio el sábado, sugiriendo que obedecía a que en breve asumiría la conducción de un noticiero en otra empresa.

La explicación de los dueños de Milenio no se sostenía. Uresti no entraría a trabajar a ninguna empresa, sino que cambiaría sólo de horario, de uno tarde-noche a uno matutino en Radio Fórmula, donde conduce un noticiero desde hace cinco años. El Presidente, sin embargo, argumentó en la misma línea de Milenio, repitiendo las verdades a medias y engañosas del comunicado. “En estos tiempos”, dijo el lunes Uresti en respuesta al iniciar su espacio vespertino, “el periodismo está bajo acoso, bajo amenaza y bajo ataques constantes”.

Ayer, el Presidente lo confirmó; la atacó.

López Obrador aseguró que él no pide que ninguna empresa despida a sus periodistas críticos, lo que es una mentira: en la mañanera ha pedido a varios propietarios que los despidan, y cuando no lo han hecho, ha enderezado las críticas contra los dueños. El Presidente es bastante transparente, razón por lo cual la salida de Uresti de Milenio Televisión tiene asideras en su talante despótico contra medios y periodistas y razones de preocupación en el mundo, donde consideran que la libertad de expresión viene en retroceso en su gobierno. Como botones de muestra:

*Freedom House (Estados Unidos): “Desde que tomó posesión, López Obrador ha atacado a la prensa en forma pública y persistente, a menudo castigando y degradando a reporteros y medios específicos”.

*Artículo 19 (Reino Unido): “El Presidente de la República no cesa en su estrategia de anular al mensajero. Durante 2022… (se) realizó un monitoreo del uso y réplica de discursos emitidos en el espacio de la conferencia matutina, el cual mostró que en al menos 176 ocasiones se vertieron comentarios estigmatizantes a medios de comunicación, periodistas e incluso organizaciones de la sociedad civil. De estos 176 eventos, 44 configuraron ataques contra la prensa, en especial, 33 cometidos directamente por el titular del Ejecutivo federal”.

*Comité de Protección de Periodistas (Estados Unidos): “El presidente Andrés Manuel López Obrador debe dejar de hacer críticas sin sustento contra medios locales y organizaciones internacionales de libertad de expresión… López Obrador ha atacado a periodistas y comentaristas críticos diciéndoles ‘conservadores’, ‘neoliberales’, ‘fifís’”.

*Reporteros Sin Fronteras (Francia): “El presidente López Obrador y otros funcionarios del gobierno han adoptado una retórica combativa y sistemática contra la prensa, acusando frecuentemente a los periodistas de apoyar a la oposición”.

*The Borgen Project (Estados Unidos): “La violencia contra periodistas se ha elevado en los últimos años. El presidente López Obrador ha llamado ‘mercenarios’ y ‘vendidos’ a reporteros críticos, que la Sociedad Interamericana de Prensa identifica como un ataque directo a la seguridad de los periodistas mexicanos”.

López Obrador no ha dejado de fustigar a periodistas y medios en meses, donde probablemente se refiere a ellos no menos de cuatro veces por semana. No existe ninguna institución, ningún político, empresario, gobierno u organización civil que haya sido sometida a un patrón de ataque sistemático con la virulencia con la que lo hace el Presidente, lo que ha significado una disminución en la libertad de prensa en México, como reportó el World Justice Project, que lo ubica en el lugar 116 de 142 países en el respeto al Estado de derecho.

Con un clima de opinión tan adverso, la rabiosa contraofensiva para neutralizar los daños y tratar de cubrir el cuerpo del Presidente para que no se le siga manchando de represor –no se necesita la violencia física; basta con lo que hace diariamente desde Palacio Nacional–, se puede entender, pero no justificar.

La lucha por la sobrevivencia de periodistas y medios ante un Presidente tan agresivo, ignorando normas y leyes –una parte de la mañanera, incluso, viola la Constitución–, ha sido el mayor desafío en la memoria viva de muchos. Nadie puede sentirse a salvo de la embestida presidencial y nadie puede pensar que ha llegado al otro lado del río. Lo esperable es que su cólera se intensifique.

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