Cinco años han transcurrido y cientos de mañaneras en las cuales, un día sí y al otro también, el presidente ha aprovechado para endilgarle a sus adversarios una rico caudal de calificativos: conservadores, politiqueros, corruptos, “fifis”, marranos, cochinos, cerdos, etcétera, sin haber obtenido respuesta durante los dos primeros años, pero fue a partir de que la oposición “despertó” del marasmo en que la depositó la derrota electoral de 2018 cuando reaccionó gracias al impulso de la protesta ciudadana en defensa del INE, solidarizándose y adhiriéndose al movimiento. A partir de ese entonces se empezó a notar una contraofensiva en toma y daca, diente por diente, ojo por ojo. Otro elemento de importancia en esa ruda interlocución sociedad- gobierno ha sido el de la difusión de reportajes periodísticos poniendo al descubierto manejos poco claros en la aplicación del recurso público y la adjudicación de contratos de obras y de adquisición sin someterlos al proceso licitatorio; allí se puso al descubierto, con pruebas de por medio, la indebida participación de gente muy cercana al presidente, sus hijos principalmente. Lejos, muy lejos estamos de cuando la figura presidencial era intocable porque esa investidura obligaba a su portador a la prudencia, mesura y reservas correspondiente a su elevada representación.
En las arremetidas presidenciales no hubo distinción, lo mismo aludió a científicos, intelectuales, comunicadores, artistas, que padres de hijos con cáncer, madres buscadoras, feministas, etc., han recibido ese impacto cuando se han mostrado exigentes frente al gobierno. A tal escenario ya se le conoce como “polarización”, que nada tiene que ver con la pluralidad política, pero que es poco saludable en un país como México que hasta ahora ha logrado resolver las discrepancias políticas e ideológicas de sucesiones gubernativas mediante elecciones libres, confiables y de piso parejo (gracias al INE), ahora esto último se percibe en elevado riesgo precisamente a causa de la referida polarización. Político sensible al acontecer social, el senador Ricardo Monreal declaró la semana pasada que notaba un acrecentamiento de las críticas al presidente, y ayer mismo López Obrador pidió a sus detractores que se tranquilicen, usando para eso la estrategia de victimarse sin reconocerse como la causa que motiva la aguda reyerta. Son tiempos electorales que propician un cuadrilátero bastante pugnaz, aunque en este caso de algún lado se sembraron vientos y ahora están cosechando tempestades. Ojala que el torbellino no empañe la buena marcha del proceso democrático nacional que se ha venido construyendo desde hace muchas décadas.