Debido a su elevada dosis de política aldeana con pretensiones de “nueva política”, el show protagonizado por el candidato presidencial de MC, Jorge Laynez, llevando como coprotagonista y actuación especial a Samuel García, gobernador de Nuevo León, el cortometraje difundido en las redes sociales pronto adquirió la categoría requerida para ser incorporado en los anales del anecdotario político nacional, con clasificación A. El script es de corte aldeano y pudiera ser escenificado en cualquier país bananero, pero en esta ocasión, lamentablemente, la locación es México, el país que por su capacidad exportadora hacia los Estados Unidos se ha elevado a la categoría de potencia económica mundial- Sin embargo, bueno es reconocer la ausencia de correlato entre ser una potencia económica y cultivar clase política de altura; pero buscando consuelo encontramos que tampoco en la sede del imperio occidental cantan mal las rancheras, pues, su adalid antidemocrático, Donald Trump, está a punto de volver a competir por la presidencia pese a haber promovido la toma del Capitolio. Volviendo a la aldea, un columnista de periódico con tiraje nacional ha insinuado que con su actuación en estado de ebriedad el señor Laynez ha perdido capacidad de convocatoria en la ciudadanía mexicana, ¿en realidad será así? Porque si en los Estados Unidos Trump es considerado un presidenciable muy competitivo ¿por qué en México la conducta exhibida por Laynez pudiera restarle votos? Asunto del votante, por supuesto.
Cuando Samuel García se conducía como candidato de MC a la presidencia, sus desplantes, su desfachatez, y su muy lúdico comportamiento en las redes sociales fue el centro de atención de algunos sectores estudiantiles de universidades privadas, a quienes fascinaban sus poses de joven triunfador, un modelo paradigmático, el joven rico que investido de poder político desafía las reglas de toda competencia. Hay un México profundo, aún desconocido porque no abunda la investigación sociológica que ilustre, como en su tiempo lo hicieran “Los hijos de Sánchez”, lo que se piensa en los diferentes estratos sociales de la realidad mexicana, aunque a vuelo de pájaro es posible advertir cierto contraste, pues mientras unos opinan que la educación, el trabajo y la disciplina son herramientas ad hoc para alcanzar el éxito y el bienestar, otros suponen una sociedad igualitaria donde los adinerados debieran repartir su capital entre quienes carecen de fortuna, es la esencia del mensaje: “para qué tantos pares de zapato, si con uno es suficiente”. Nadie se asombra ni se persigna por lo de Laynez, quien esté libre de toda culpa que tire la primera piedra, pero ¿En qué segmento poblacional mexicano podría encajar empáticamente la conducta de Jorge Laynez? ¿En realidad es la expresión de una “nueva” clase política? ¿Movimiento Ciudadano es el modelo político del futuro? Una sola es la respuesta a las tres interrogantes: No. Porque México merece otra clase de paradigmas, y con su conducta el joven Laynes está muy lejos de personificar uno de ellos.