Promete la candidata presidencial de Morena: “Se debe apoyar a las personas más vulnerables cobrando una renta que no exceda 30% del salario mensual”.
Perfecto. Suena bien. Sin embargo, en ningún lado de su programa (Cien pasos para la transformación) se habla de cuánto costará esta promesa y cómo se va a pagar.
Propone la candidata presidencial opositora: “Otorgaremos subsidios a la adquisición y autoconstrucción enfocados principalmente a las personas con menores recursos económicos”.
Excelente. No obstante, en https://xochitlgalvez.com/propuestas/ nunca dice cuánto será el costo de esta medida y cómo se va a pagar.
Claudia anuncia: “Proyección nacional de un programa universal para educación básica como el implementado en la Ciudad de México: Mi beca para Empezar.”
Investigo y encuentro que este apoyo es de 600 pesos para preescolar y 650 para primaria y secundaria. Suena justo nacionalizarlo. Sheinbaum no habla de cuánto va a costar y cómo se pagará.
Xóchitl declara: “Impulsaremos las Escuelas de Tiempo Completo; además, esas escuelas se convertirán en centros de aprendizaje y convivencia 24/7”.
Me encanta la idea. Es una lástima que el gobierno actual haya cancelado este programa en las pocas escuelas que lo tenían. Buenísimo recuperarlo. Sin embargo, no encuentro cuánto costará y cómo se pagará.
Supongo que ya no quieren que siga mencionando todas las maravillosas propuestas de las candidatas presidenciales porque los voy a aburrir. A estas alturas del artículo, creo que les queda claro el punto que pretendo hacer: prometer no empobrece.
De hecho, de eso se tratan las campañas: de prometer el oro y el moro. Entre más oro, mejor.
No sólo son las candidatas presidenciales las que andan en esa tesitura. Los aspirantes a otros puestos de elección popular también están proponiendo todo tipo de ocurrencias que suenan exquisitas.
Clara Brugada, candidata a jefa de Gobierno de la CDMX, quiere bajar la edad para recibir las pensiones universales de adultos mayores de 65 a 57 años.
El PRI promociona el programa Pa’ que te arranques. Los jóvenes de 18 años recibirán una ayuda de 40 mil pesos cuando cumplan 18 años. Otros 40 mil en su cumpleaños 21 y una tercera entrega de 40 mil a los 24 años. Total: 120 mil pesos. Buenísimos.
Pero ni Clara ni el PRI hablan de los costos y la manera cómo se pagarán ocho años más de pensiones universales y 120 mil pesos para todos los jóvenes.
No hay un solo candidato de los miles que tenemos que hable de la situación de las finanzas públicas nacionales. Nadie dice lo que los expertos afirman: tan pronto como en 2025, el gobierno federal y, por extensión, los locales tendrán un problema para financiar los egresos públicos existentes, sin tomar en cuenta las múltiples promesas que están haciendo.
Una de dos: o se aumentan los ingresos, es decir los impuestos, o se incrementa la deuda, que ya está llegando a niveles preocupantes como proporción del Producto Interno Bruto.
El erario está en problemas. Y los candidatos a gobernarnos no están hablando de eso. Al revés, andan prometiendo el oro y el moro como si fueran gratis.
Es lógico. Ningún candidato racional habla de aumentar impuestos. Eso, lejos de sumar, resta votos.
¿Quién quiere votar por alguien que propone darle más dinero personal al gobierno?
Solía ser el caso de los partidos de izquierda. Ellos prometían cobrarles más impuestos a los ricos para distribuirlos entre los pobres. Era parte de la plataforma de los demócratas en Estados Unidos y los socialdemócratas en Europa. Sin embargo, dicha agenda se tornó impopular después que los neoliberales ganaron el poder en los años 80 del siglo pasado. Ese debate lo ganó la derecha por la impopularidad que generan los impuestos.
En México, la izquierda lopezobradorista ha sido bastante neoliberal en este tema. López Obrador prometió no subir los impuestos en su campaña y cumplió. Apretó, eso sí, a muchas empresas para pagar adeudos que tenían (qué bueno), aunque a veces con métodos muy autoritarios.
No obstante, no incrementó los impuestos. Lo que sí subió fue la deuda que también había prometido no aumentar. En su sexto año de gobierno se deschongó en la disciplina fiscal: comenzó a despilfarrar en gasto corriente y, para pagarlo, se endeudó. A lo largo de su sexenio, además, se fue terminando todos los ahorros que le había dejado el gobierno de Peña.
De esta forma, a final de su gobierno llegaremos con un problema real en las finanzas públicas. El erario está tuerto. Y, aunque no nos lo quieran decir, vale la pena preguntarles a todos los candidatos: ¿y con qué ojos pagamos sus promesas?
X: @leozuckermann