Cuando los gobernantes carecen totalmente de autocrítica y no son capaces de ver lo que está mal o no funciona en su gobierno -porque están plenamente convencidos que «todo está muy bien» y que «las cosas funcionan de maravilla»-, los ciudadanos y los países tenemos un problema. Porque tal vez un ciudadano, militante o no, decida creer en las falacias y mentiras de un «mundo perfecto» que siempre intentan vender los gobernantes; pero cuando es el propio gobernante el que se cree su propia propaganda y decide no ver lo que está mal y los fracasos en su administración, entramos entonces al mundo de la simulación y la autocomplacencia.
Algo así es lo que les pasa en este momento al presidente López Obrador y a la candidata presidencial del oficialismo, Claudia Sheinbaum. Ni uno ni otro quiere aceptar que hay cosas que fallaron en el primer gobierno de la llamada 4T y que deben corregirse si se quiere mejorar la situación del país y construir segundos pisos o cualquier cosa que eso signifique. Ayer, en una de esas actitudes que los iguala hasta casi dar miedo, el mandatario nacional se quejó del discurso que fue invitada a dar en Puebla la diputada catalana y española, Cayetana Álvarez de Toledo, quien cuestionó la eficacia de su estrategia federal de seguridad.
«Voy a hablarles con claridad porque creo que las circunstancias lo exigen. México, este país formidable, esta nación admirable, esta potencia cultural impresionante, está siendo tomado, no por el crimen organizado, por la complacencia de quienes debieran defenderlo, ‘abrazos no balazos’ o más bien ‘abrazos a los que dan balazos’, el eslogan es bonito, pero el resultado es catastrófico, con la democracia y sobre todo para los jóvenes mexicanos que están matando y muriendo, y esto no es responsabilidad sólo de los criminales, también lo es, principalmente, de quienes gobiernan y aplican las políticas de seguridad», dijo la diputada por Barcelona durante su participación en la Feria de las Ideas de la capital poblana.
Y la respuesta del Presidente, lejos de rebatir con argumentos -si es que los tiene- para defender su fallida estrategia de seguridad que ha dejado hasta ahora casi 170 mil muertos en su administración, apeló a la susceptibilidad extrema del gobernante y a sus teorías conspiracionistas, sin entrar al fondo de la crítica que le hizo la congresista española: «Le dieron una gran difusión los conservadores, vino a hablar mal de mí. La verdad es un timbre de orgullo, porque esta joven señora pertenece a la ultraderecha, nomás a la ultraderecha de Iberdrola», dijo López Obrador, quien afirmó que este tipo de declaraciones están asociadas a las elecciones y a que «hay mucho dinero» de por medio.
¿Y la respuesta sobre su fracasada estrategia de seguridad? ¿Y el reconocimiento de las masacres, ejecuciones, desapariciones, extorsiones y la impunidad con la que actúan los cárteles de la droga que dominan, someten y aterrorizan municipios, territorios y entidades enteras del país? De eso nada dijo el Presidente mexicano que prefirió hacerse el ofendido y atacado por el discurso de Cayetana, pero omitió reconocer la realidad sobre la inseguridad y violencia que padece el país.
Algo muy parecido fue lo que respondió Claudia Sheinbaum al firmar ayer el Compromiso por la Paz, invitada por la Conferencia del Episcopado Mexicano. Aunque estampó su firma en el documento elaborado por los obispos y arzobispos del país, tomando en cuenta las demandas y exigencias de su feligresía en materia de seguridad y violencia del narcotráfico, la abanderada de Morena firmó «en desacuerdo» con los conceptos que expresa la propuesta pacificadora de la jerarquía católica, pues dijo no compartir «la evaluación pesimista del momento actual» que vive el país.
«Me congratula saber que tenemos coincidencias, sobre todo la de superar la visión punitiva de autoritarismos y decretos de guerra, y avanzar a una visión de construcción de la paz atendiendo las causas», aceptó, pero al mismo tiempo no aceptó el diagnóstico de la Iglesia católica: «Por honestidad y congruencia, firmé el documento con la siguiente leyenda: ‘Firmo el documento en el entendido que hay una visión conjunta de construcción de la paz. Sin embargo, hay diversas afirmaciones y propuestas en las que no coincido. No comparto la evaluación pesimista del momento actual que se presenta en el tema tejido social. Tampoco coincido con la visión de ‘prevalecen el miedo, la impotencia, la desconfianza y la incertidumbre'», expuso Sheinbaum ante los obispos.
Entre sus desacuerdos, la candidata oficialista dijo que no acepta las referencias «a una supuesta militarización o militarismo en el país y con los puntos en los que se minimiza o relativiza la función constitucional del Estado» y tras cuestionar su visión sobre el problema de seguridad y violencia y aclarar que no la comparte, la doctora aprovechó para hacer campaña entre los prelados y les recitó su propuesta de cinco ejes para construir un México con paz y justicia: «honestidad y atención a las causas; consolidación de la Guardia Nacional; fortalecimiento de la inteligencia y la investigación; coordinación y, reforma del Poder Judicial».
¿Y entonces? La doctora ¿fue realmente a sumarse a una iniciativa de la jerarquía católica que busca recuperar la paz y la tranquilidad para los mexicanos o fue a restregarles en la cara a los obispos que están equivocados, que no hay ninguna emergencia de seguridad, que no hay crisis de ejecuciones, desapariciones, extorsión y masacres, amén de decir que no ve una «militarización» con el Ejército atendiendo más de 10 responsabilidades civiles y que hubo más violencia con Calderón?
Resolver la grave crisis de violencia narca y criminal que padece hoy México no es un tema de «optimismo o pesimismo»; tampoco es un tema de culpar al pasado o decirse victimizado porque una legisladora extranjera hace una crítica a los resultados de la inseguridad en México. Si realmente se quiere atender y resolver la problemática que están viviendo los mexicanos de la mayor parte de la República lo primero es que nuestros gobernantes o quienes aspiran a serlo reconozcan el problema, lo dimensionen en toda su gravedad y no se preocupen por si eso los hace ver mal o les resta votos.
Al final de López Obrador ya no extraña nada su ceguera intencional y su delicado desfasamiento de la realidad en la que ve que «todo va muy bien», que «los mexicanos están felices y muy contentos» y tendremos un «final de sexenio muy tranquilo». Pero en el caso de Claudia Sheinbaum, si pretende gobernar un país en el que se niega a ver los problemas y pretende minimizarlos por «optimismo», por fanatismo o porque de plano no puede reconocerlos y hablar de su gravedad porque eso le costaría su candidatura, más le valdría empezar a ver y a aceptar la realidad -aunque no puede hablar por ahora de ella- antes de que la sorprenda la herencia emproblemada que le puede dejar su antecesor y tutor político… Los dados mandan la segunda Escalera de la semana. Buen tiro.