lunes, noviembre 18, 2024

Bendito silencio

Shshsh. Cuidado. No hagan r ruido…

     Conserven por favor este silencio benéfico que nos da la pausa para pensar, para la calma, para disfrutar la vida a plenitud.

     Shshsh. Escuchen a la naturaleza, que se puede volver a oír porque al fin hay un silencio electoral.

     ¿Oyen el acidular de las cigarras y el espejismo sonoro de las esperanzas verdes? ¿El ladrido de un perro en la lejanía? ¿Los susurros de los pastos y las hojas de los árboles que les comunican secretos a los enamorados?

     ¿Ven todo lo que se puede oír ahora que no hay propaganda política?

     Y es que ha llegado la sacrosanta veda electoral. Por eso ni ayer hoy ni el sábado pudieron o podrán hacer proselitismo los candidatos, los miles de aspirantes que andan en pos de otros miles de jugosos puestos públicos que se elegirán -que elegiremos- el próximo domingo, bendito domingo 2 de junio de 2024 que tampoco se olvidará, ya lo verán, como el otro 2, el de octubre.

     Esas 72 horas benditas ya no hemos tenido que sufrir los jingles y los slogans de tanta campaña que hemos tenido que pagar con dineros ciudadanos que no tenemos, así de cara es la democracia a la mexicana.

     Ya no tendremos que recetarnos tantas promesas que sabemos que los candidatos y los partidos y los funcionarios no van a cumplir nunca, y menos si llegan al puesto buscado.

     Silencio y paz, calma chicha que precede a la tormenta del histórico y fogoso 2 de junio, que será inaudible e inolvidable.

     Silencio electoral, silencio para que podamos escuchar nuevamente los murmullos de los que aún tienen alma para amar.

     O para volver a gozar una canción perfecta, del cubano Ibrahim Ferrer (1927-2005):

     Duermen en mi jardín

     los nardos y las rosas,

     las blancas azucenas.

     Mi alma, muy triste y pesarosa,

     a las flores quiere ocultar

     su amargo dolor

     Yo no quiero que las flores sepan

     los tormentos que me da la vida.

     Si supieran lo que estoy sufriendo

     por mis penas llorarían también.

     Silencio, que están durmiendo

     los nardos y las azucenas.

     No quiero que sepan mis penas

     Porque, si me ven llorando, morirán.

     Bendito silencio que nos ha dado la oportunidad de sentarnos a pensar, de olvidar el fragor de las batallas -eso fueron por tanta muerte y violencia, la peor de la historia de la democracia mexicana-, de hacer a un lado la confrontación fraterna entre mexicanos, la violencia interna que nos trae enojados a todos sin saber contra qué o contra quién.

     Claro espacio para la reflexión, para dejar que otra vez la mente mande sobre el corazón… y el hígado.

     El domingo vamos todos a votar con alegría, con emoción, para cambiar la historia de este país, la que sea.

     Y que sea para bien.

sglevet@gmail.com

otros columnistas

La falsa siquiatra

La pancita

Eufemismos

El humor mexicano

La Legislatura LXVII

La concordancia humana

Las pensiones y el infierno

La Ley Orgánica del Rector