En el anecdotario político del país quedaron registradas muchas de las ocurrencias generadas en altas esferas del poder durante el periodo presidencial de Luis Echeverría (1970-1976). El estilo personal de gobernar de Echeverría se manifestó apenas cruzó la banda presidencial sobre su pecho, entonces apareció un personaje muy disímil del secretario de gobernación diazordacista callado e impasible, clásico burócrata del poder, enclaustrado en sus oficinas muy atento a las instrucciones de su jefe, el imperativo Gustavo Díaz Ordaz. Ya en la presidencia conocimos a un hombre hiperactivo, de exuberante retórica, “cercano a la gente”, fuente de la máxima: “dejad que los jóvenes se acerquen a mí”, debido al trato privilegiado hacia los jóvenes, al extremo de que muchos gobernadores se quejaban porque en las antesalas presidenciales se atendía primero a grupos juveniles mientras ellos esperaban turno postergado. Tiempo de ocurrencias porque en sus interminables giras el presidente Echeverría disponía sobre la marcha lo mismo la construcción de un puente que la instalación de una fábrica; como en esos casos la instrucción era directa y al momento al secretario correspondiente le respondía afirmativamente, no sin recordarle una larga lista de ofrecimientos previos para preguntarle cuál de esos se quitaría para colocar la promesa más reciente. En última instancia, poco de esa larga relación de ofrecimientos fue cumplido. Ya para finalizar la gestión echeverrista surgieron los “memes” de aquel entonces: “si no sabes qué hacer, crea una comisión” porque el gobierno acudía a integrarlas para supuestamente resolver un asunto, a cambio la conseja popular a su vez creó una Comisión para investigar quién pinto el Rio Amarillo, otra para saber quién mató al Mar Muerto, otra para saber si el rio Orinoco era de orines, etc., fue una reacción colectiva en respuesta a un gobierno que ofrecía todo y poco daba pues al finalizar devaluó la moneda y las arcas públicas quedaron vacías y con una enorme deuda pública en su expediente.
Ahora tenemos otro gobierno de impulsos populistas, y análogamente, como en tiempos de Echeverría los ofrecimientos y promesas abundaron: se terminaría con la violencia, la corrupción desaparecería apenas tomando posesión del gobierno, las fuerzas armadas regresarían a sus cuarteles, crecimiento económico de 6 por ciento, 10 pesos el precio de la gasolina, sector salud del primer mundo, soberanía alimentaria, soberanía energética, lamentablemente nada de eso se hizo presente y “los otros datos” chocan frontalmente con la realidad. A cambio, como en tiempos de Echeverría, ahora la formula preferida consiste en reservar información categorizándola como de seguridad nacional, así ha sido con los gastos del Tren Maya, del AIFA, de la refinería de Dos Bocas y hasta del agua contaminada que consumieron por semanas los casi 500 mil habitantes de la Benito Juárez en la CDMX. ¿Porqué ese secretismo en la aplicación del gasto público? Porque, para evitar la corrupción o de alguna manera combatirla los gobiernos anteriores crearon mecanismos para la transparencia en la aplicación del gasto público, y adjunto para cerrar el círculo virtuoso herramientas como la rendición de cuentas y de Control Vale preguntar ¿por qué se reserva información sobre el uso y manejo del dinero de todos? Sin duda, aunque en salud no llegamos a Dinamarca vale evocar a Shakespeare en Hamlet: “algo huele podrido en Dinamarca”.