lunes, julio 1, 2024

La «sociedad civil» y la elección

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El proceso electoral que culminó con la jornada electoral del dos de junio dejó interesantes remanentes, semejantes a un inventario de reacciones ciudadanas cuyos efectos aun no es posible conocer a ciencia cierta porque están vinculados al proceso legislativo iniciado por el presidente López Obrador para poner en Jaque Mate al Poder Judicial de la Federación, con todas las implicaciones que pudieran derivarse. Concomitantemente, una gran porción de la ciudadanía mexicana aun no digiere la desproporcionada ventaja electoral del resultado de la votación del dos de junio pasado, se muestra escéptica y a la vez reniega de la deficiente participación de los partidos políticos. Al respecto, debemos destacar la diferencia entre la actitud mortecina que adoptó la oposición en 2018 tras su derrota electoral, con la muy inquisitiva y reactiva de estos tiempos en busca de una explicación sobre el por qué de un resultado electoral nunca imaginado. Aviva esa renuencia la intensa promoción gubernamental (de la Secretaría de Gobernación) con su adelantado anuncio de una mayoría calificada en el Congreso de la Unión, aun cuando la autoridad constitucionalmente facultada para hacerlo (INE y Tribunal Electoral) aguarda a los tiempos establecidos para manifestarse en el sentido que la proporción de votos determina. Falta mucha agua por correr debajo del puente para estar en aptitud de conocer el epilogo final de la pugna entre visiones de nación acentuadamente encontradas, interesante porque ahora es la ciudadanía y no los partidos políticos la que empuja para descorrer el telón del escenario político-electoral.

Pero en el horizonte social mexicano no aparece aun el líder que la sociedad necesita para encauzar sus planteamientos, porque en ese esquema los partidos políticos han sufrido un aparatoso deterioro al perder el crédito ciudadano. Sin embargo, no hay democracia sin partido político, pues estas organizaciones son parte inherente en la competencia para hacer gobierno con la muy indispensable participación ciudadana; por otra parte , si por el lado de la oposición, el PRI, el PAN y el PRD (+) ya no concitan confianza, entonces ¿se hace indispensable la aparición de un nuevo partido político? Hay quien argumenta, y no sin razón, que en esos casos quienes han fallado no son las instituciones partidistas sino las deficientes dirigencias, élites políticas adueñadas de esas organizaciones para el lucro político de grupos cerrados, y además incompetentes para hacer frente a las exigencias del momento. ¿Cambiar logotipos y colores al PRI inducidos por “Alito” y compañía? Eso se equipara a darle al de la funeraria más clavos para el ataúd. ¿Crear un “Movimiento” en vez de partido político? Es posición errónea porque al suponer que MORENA no es partido político “sino Movimiento” se incurre en la tesis errónea de una organización sin los elementos básicos para participar en elecciones, o sea, justamente como partido político. No obstante, los actuales tiempos acarrean circunstancias favorables para la inercia de cambios, pero corresponde a la ciudadanía participar intensamente para darle la dirección que mejor se ajuste al interés general y no dejar a la “clase política” el monopolio de esos cambios. Pero el piloto, ¿dónde está el líder? He allí la cuestión.

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