Con la aprobación para reformar los estatutos del Partido Revolucionario Institucional que propician la reelección de Alejandro Moreno al frente de su Comité Ejecutivo Nacional, para esa otrora maquina electoral de perfecto diseño para ganar elecciones el único horizonte a la vista es su inevitable extinción. La 24 Asamblea Nacional priista, integrada en mayor medida por los beneficiarios de “Alito” vía el partido, votó para favorecer la ambición personal de Alejandro Moreno de perpetuarse al frente de ese partido, de esa manera ya no cabe la menor duda que tiene el camino despejado para hacer y deshacer en esa organización, pues los cuadros más representativos de ese partido o han abandonado sus filas o ya no les interesa seguir oponiéndose al desbocado campechano. Quizás porque porque prefieren la alternativa de crear un nuevo partido político aprovechando el impulso de la marea rosa y la inquietud de buena parte de la ciudadanía mexicana por hacer contrapeso al cuatroteismo. En realidad, quienes se han adjuntado al proyecto de “Alito” es la morralla política que en su momento no pudo escalar por falta de méritos y ahora se convierte en cómplice de la desmedida ambición a Alejandro Moreno. Porque en efecto, con este sainete el PRI se sube el tobogán que lo lleva al ocaso definitivo ¿cuál partido político de los actuales con registro pudieran confiar en esa dirigencia priista para una alianza opositora? Más concretamente ¿habrá alguien en el PAN que pudiera sugerir subsiguientes alianzas con el PRI? No se requiere de sapiencia política para deducir un rotundo ¡no!
En realidad, lo que sucede actualmente en el PRI es una implosión originada en el deficiente manejo de la sucesión presidencial en 2018 por parte de Peña Nieto y su equipo y se acompañó con la desastrosa gestión pública de ese presidente lo cual acomodó las circunstancias para el maremoto electoral de 2018. Por aquella amarga derrota electoral el PRI quedó en estado catatónico, y fue esa circunstancia la que permitió el arribo de Alejandro Moreno a la dirigencia priista; a partir de ese momento se recrudeció la crisis interna en el PRI y comenzó la sangría pues muchos de sus cuadros más sobresalientes decidieron abandonar el partido, dejando camino libre a “Alito” y sus cómplices para hacer del PRI una cofradía de oportunistas, ajenos a todo propósito constructivo porque solo buscan recoger las migajas de poder que sea posible conseguir. Es ironía de la historia, porque el PRD, ahora extinto, desde su fundación tuvo entre sus prioridades desaparecer al PRI de la escena política, en esos menesteres se desgastó y perdió oportunidad para fortalecerse dejando al PAN vía libre como fuerza oposicionista eficiente. Lo que a alto costo no logró el PRD lo está consiguiendo un político de medias tintas; aunque bueno es hacer la distinción entre el PRI de la década de los noventa del siglo pasado y el muy debilitado partido que es hoy el PRI. El epilogo de esta triste historia que cuenta la agonía del PRI está en curso, porque este partido ya carece de capacidad competitiva, carga con fuerte el fuerte desprestigio ocasionado por el prolongado ejercicio del poder, y por añadidura, a ese desdoro ahora se agrega el descrédito de un dirigente nacional en quien nadie confía. El PRI ha muerto, viva el PRI.