El presidente volvió a sacudir el gallinero de la transición del poder con otra irrupción indebida al anticipar que los directores del Seguro Social, de la Cofepris y el Subsecretario de Salud que lo han acompañado estos años, “probablemente” serían ratificados en sus cargos en la próxima administración. Una vez más no le dejó espacio a la presidenta electa Claudia Sheinbaum para tomar la última decisión ni para que fuera ella, a quien le compete, darlos a conocer. El albazo de Andrés Manuel López Obrador no deja de tener un hipertexto preocupante, porque ese sector y, en particular en el rubro de las medicinas, los escándalos en su entorno sobre presunto tráfico de influencias y corrupción han sido constantes y sonoros.
Bajo su mandato se han consolidado dos grupos que controlan el mercado de las medicinas, un negocio de 150 mil millones de pesos anuales en el sector privado y de 120 mil millones en el gubernamental. Los grupos están en pugna y ambos han crecido al amparo del obradorato, que al iniciar la administración emprendió el desmantelamiento del sistema de distribución y comercialización de medicinas argumentando que estaban rompiendo con un mecanismo de corrupción. Lo que resultó de esa cruzada fue contraproducente.
Las empresas mexicanas a las que dejaron de contratar comenzaron a vender en el mundo y elevaron sus ganancias, mientras que el desastre que provocó la dupla de Raquel Buenrostro, como oficial mayor de la Secretaría de Hacienda y el ex subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, con sus fijaciones ideológicas, provocó un desabasto que causó muertes, mientras que la nueva institución que se creó para que el gobierno realizara las compras y la distribución, el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), fue un experimento fallido que obligó a que el gobierno saliera a comprar medicinas al mundo, varias de ellas manufacturadas por los laboratorios mexicanos a quienes dejaron de adquirírselas, pero a mayor precio por todos los costos agregados.
En el caos de las medicinas surgieron los dos grandes grupos que han formado un oligopolio, uno privado y otro cercano a López Obrador.
Las empresas mexicanas a las que dejaron de contratar comenzaron a vender en el mundo y elevaron sus ganancias, mientras que el desastre que provocó la dupla de Raquel Buenrostro, como oficial mayor de la Secretaría de Hacienda y el ex subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, con sus fijaciones ideológicas, provocó un desabasto que causó muertes, mientras que la nueva institución que se creó para que el gobierno realizara las compras y la distribución, el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), fue un experimento fallido que obligó a que el gobierno saliera a comprar medicinas al mundo, varias de ellas manufacturadas por los laboratorios mexicanos a quienes dejaron de adquirírselas, pero a mayor precio por todos los costos agregados.
En el caos de las medicinas surgieron los dos grandes grupos que han formado un oligopolio, uno privado y otro cercano a López Obrador.