En México es axiomática la percepción ciudadana respecto de la burocracia, se la tiene como desatenta, desobligada y en numero desorbitado para las ocupaciones a su encargo, lo compendia el chascarrillo: “las cosas en palacio caminan despacio”. Sin embargo, debe puntualizarse que en nuestro país la burocracia actúa en sintonía con entidad o región determinadas, algunas diferencias se encuentran entre la de Nuevo León, Chihuahua o Sonora, por caso, con la de Guerrero, Oaxaca, o Veracruz. Es preciso subrayar que una de las características más destacadas de la burocracia en México es su desproporcionado crecimiento, y para nadie es un secreto que sobran cubículos para las funciones a cumplir. Es de antología la muy relajada implementación de los principios fundamentales de la administración pública: La duplicidad de mandos (visiblemente manifiesta en Salud donde el del administrativo opera al margen del Secretario), los flujos de proceso convertidos en complicados vericuetos, el tabulador con sueldos estratosféricos sin guardar correspondencia con la importancia del puesto son solo algunos de los desatinos de orden estructural que motivan el incumplimiento y/o desfase rutinario de los programas operativos, con el consiguiente desperdicio de recursos públicos y la desatención a la población veracruzana.
En el caso concreto de Veracruz un breve recorrido del universo burocrático nos puede colocar en aptitud de conocer las causas de una burocracia cuyo grueso número no guarda consonancia con las necesidades y requerimientos de una correcta gestión pública. La entidad veracruzana tiene ahora poco más de ocho millones de habitantes y se integra políticamente con 212 municipios, el Poder Legislativo lo integran 50 diputados y cuenta con edificio de apropiada amplitud, cada diputado tiene bajo sus órdenes a buen número de colaboradores; la nómina de este Poder rebasa los 750 elementos, para comodidad y mejor trabajo las secretarias cuentan con ordenadores, para conectarse con los ayuntamientos el Congreso mantiene una Comisión de Vigilancia a la cual se le destina una buena partida presupuestaria. El órgano de fiscalización (Orfis) vigila e inspecciona la aplicación del recurso público destinado a los ayuntamientos e informa al Congreso del resultado de sus auditorías. Por su parte, el Poder Ejecutivo se integra con 12 Secretarías de Despacho, subsecretarías, Oficialías Mayores y “N” número de Direcciones, algunas despachan en Palacio de Gobierno, la mayoría cuenta con edificio propio o renta espacios para sus oficinas donde apenas caben. Sin embargo, por la década de los años setenta del siglo pasado, cuando la población ascendía a poco más de tres millones de habitantes y el presupuesto estatal no superaba los mil millones de pesos, los tres poderes del gobierno estatal residían en Palacio de Gobierno, el gobernador, el Tribunal Superior de Justicia y la Cámara de diputados cabían en armonioso concierto, entonces no había Secretarías sino Direcciones, algunas como Salud y Educación despachaban en las cercanías del palacio. La Cámara de diputados se integraba con solo 16 legisladores que no gozaban de canonjías extraordinarias salvo sus dietas, la empleomanía del Poder Legislativo no superaba los 50 colaboradores, un personal distribuido en dos secciones administrativas: la Oficialía Mayor y el Departamento de Glosa, éste con 21 empleados dedicados a “glosar” las cuentas de 203 municipios, y para sus operaciones de suma y resta utilizaban el ábaco, lápiz y el papel, porque aún no había calculadoras, mucho menos computadoras. Obviamente, todavía no existía el Orfis; de cualquier manera, no evitaban que algunos alcaldes y tesoreros “se fueran al rio”, nada diferente a la actualidad. Y por el lado de la calle Leandro Valle se entraba a las instalaciones del Poder Judicial, integrado con magistrados cuya nota curricular los destacaba en el ámbito de la judicatura estatal y eran admirados por la grey universitaria. Así se integraban los tres poderes del gobierno estatal cuando de pronto inició la vorágine patrimonialista y el gobierno engordó, pues solo para hacer lo mismo que los Directores de antaño se crearon Secretarías con sus respectivas Subsecretarías, pero para darle “categoría” y que alguien hiciera el trabajo también está el rango de Direcciones, lo curioso de ese gigantismo burocrático reside en que no les alcanza el tiempo ni el dinero, ni los espacios para cumplir con sus obligaciones. ¡Que patético!