“Cada cabeza es un mundo”, dícese para definir que la conducta de cada uno se corresponde con su “manera de ser”, es decir, como se es. En otro compartimiento, pero atendiendo a la misma lógica, en política se ha convertido en lugar común la frase “el estilo es el hombre”, de lo cual se deriva “el estilo personal de gobernar” lanzada a la fama pública por don Daniel Cossio Villegas cuando la vorágine echeverrista hacía furor en México. No lo hizo oficiosamente, por supuesto, porque su fuente provino de una profunda observación del acontecer de su tiempo, particularmente del escenario político, esa propuesta de don Daniel se ensambla perfectamente con la sentencia de Ortega Gasset sobre “el hombre y sus circunstancias”, “soy yo y mis circunstancias” (que por cierto el propio don Miguel no pudo superar, después de emigrar de España justo cuando la República estaba en grave problema. E igual ocurrió a José Vasconcelos cuando perdió la elección en 1929 y salió al exilio, desde donde proclamó el Plan de Guaymas exhortando a la rebelión, con él a la cabeza, pero desde fuera del país). En el siglo pasado, ya encarrilada la vía institucional para las sucesiones de gobierno cada presidente imprimió su “estilo”, según sus circunstancias y las del país, así surgieron el “Cardenismo” y el “Alemanismo” como grupos políticos de “izquierda y de “derecha”, según el gusto del observador, porque “cada uno traía “su librito” para gobernar, el estilo, pues.Se formula este largo exordio a propósito de la agenda de la gobernadora electa, Rocío Nahle, que ahora mismo consiste en recorrer la entidad para agradecer el respaldo electoral que la pone en ruta hacia el palacio de gobierno de Xalapa. Incurriríamos en infantilismo político si acotamos ese periplo únicamente al reconocimiento del sufragio a su favor, porque en realidad debe llevar implícitos otros propósitos de no menor importancia, entre ellos semblantear la realidad política, social y económica de la entidad, olfatear la elevada percepción de inseguridad que permea en la población veracruzana, comprobar a la vez el pésimo estado de la infraestructura carretera de Veracruz, y dejar constancia de una próxima gobernante, ya al margen del diferendo electoral, de ánimo conciliador en su encuentro con alcaldes de oposición. Pero, además, la señora Nahle utiliza el vacío que va dejando el actual gobierno, justo por “el estilo” de Cuitláhuac García, aparentemente ya ocupado en vislumbrar en qué nivel del gabinete ampliado del gobierno federal lo pudieran ubicar, más que en preocuparse de las asignaturas a cuya solución no pudo o no supo atender. En realidad, aún ignoramos la calidad de gestión pública que vaya a implementar Rocío Nahle, aunque ya conocemos los nombres de quienes la acompañaran en el inicio de su administración, como en la Secretaría de Gobierno donde Ricardo Ahued garantiza solvencia moral y política. No adelantamos vísperas ni quemamos incienso, pero conviene registrar la urgente necesidad de contar con gobiernos responsables, auténticos en su decir y hacer, porque en lo que va del siglo XXI Veracruz ha perdido la brújula que antaño lo orientaba hacia mejores destinos.