Como en toda actividad humana también en política los extremos son inconvenientes y en no pocas ocasiones resultan “excesivos” porque desnudan a quienes lo practican. Ricardo Monreal es un caso muy a propósito para explicar ese fenómeno porque se trata de un político atípico desde la perspectiva de su “sensibilidad” e indudable preparación académica; no es un improvisado en los menesteres de la cosa pública según lo demuestran sus treinta años de trayectoria política. Se inició en el Partido Revolucionario Institucional que lo hizo diputado en 1988-1991 y presidente de su CDE en Zacatecas, en 1998 brincó al PRD como candidato al gobierno de Zacatecas y obtuvo el triunfo electoral (1998-2004), senador en dos ocasiones, una con el Partido del Trabajo, y fue fundador de Morena junto a López Obrador, entre otros. Monreal ha destacado en su actividad parlamentaria y como impulsor de MORENA, ha sido bastante dúctil para resistir los sinsabores ocasionados porque el presidente, si bien le reconoce capacidad operativa, no le tiene plena confianza. Monreal obedece a su instinto político, absorbe golpes y traga sapos, no desatina ni desafina, sabe esperar los tiempos y al final consigue permanecer en el tinglado político, es político pragmático no ideologizado y acaso es dueño de una capacidad camaleónica que le permite subsistir en el proceloso mar de la política. Pudiera ser del agrado o no de muchos esa actitud de Monreal, pero este es un animal político y tal condición requiere de capacidad para adaptarse al curso de las circunstancias. Porque en política, quien carga con el pesado bagaje de los escrúpulos está condenado al fracaso.
Se atribuye a Maquiavelo la tesis en cuya medula la moral está reñida con la política, así le enjaretan al florentino aquello de que “el fin justifica los medios”, es decir, si buscas el poder no importa si atropellas leyes, patrimonios ajenos e incluso vidas. Lejos estuvo Maquiavelo de esos designios cuando escrutaba el escenario político de sus tiempos. Pero en términos generales debemos coincidir en que un político de relativo éxito debe tener entre sus “virtudes” más destacadas la genuflexión obsequiosa y de eso a Monreal le hemos contado muchas, pero allí está en la elite del poder. Su capacidad camaleónica le permite trasladarse desde su encomienda como coordinador de senadores hacia la coordinación de diputados, en la coyuntura histórica de transformar el destino inmediato del Estado mexicano. Con matices diferentes pero inmerso en el mismo escenario está Marcelo Ebrard, quien en su carácter de “corcholata” aludió a su ahora jefa en términos de menosprecio político, sin embargo, en sus actuales circunstancias debe atender con singular atingencia lo que ella le demande. Son los giros de la política donde, cual rueda de la fortuna, quien se trepa en ella permanece el tiempo que su capacidad de adaptación, genuflexión, ambición de poder y aguante se lo permiten, porque en una de esas vueltas los papeles son susceptibles de cambiarse y quien estaba abajo queda arriba. A esto algunos lo califican de pragmatismo político, otros de vocación deleznable, pero la historia no registra las acciones del anonimato sino de quienes figuran como protagonistas de su evolución, haya sido como haya sido.