Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto
En el fuerte dilema que enfrenta en estos momentos la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, entre su lealtad incondicional al Presidente y las amenazas de tormenta financiera y salida de inversiones que podría traer la aprobación de la reforma judicial el próximo 1 de septiembre, parece que la doctora ya tomó una primera decisión que apunta más a la cordura y a la mesura para allanar y facilitar el arranque de su gobierno.
El anuncio que este martes hizo el futuro líder de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, al salir del encuentro privado que sostuvieron los diputados morenistas con Sheinbaum, de que la doctora les pidió no incluir a la reforma judicial en el primer paquete de reformas lopezobradoristas que serán aprobadas en el arranque de la LXVI Legislatura y posponer y ampliar su discusión y debate entre los mexicanos, representa toda una señal de que la futura mandataria ya evaluó los efectos negativos que en materia económica y de inversiones traerían los cambios al Poder Judicial de la Federación, amén del impacto en las relaciones comerciales y diplomáticas con Estados Unidos y Canadá.
“Lo que la Presidenta electa ha sugerido al grupo parlamentario es que sea cuidadoso con toda la etapa procesal, que no se vulnere ninguna etapa procesal y que no se precipiten, sino que observemos estrictamente la ley. Es una sugerencia que nos parece correcta. A pesar de que puede darse una segunda sesión el 1 de septiembre, no quiere decir que ese día se vaya a aprobar la reforma al Poder Judicial, vamos a dar los plazos de la publicidad, la deliberación, la discusión en lo general, la discusión en lo particular, para hacer amplio el debate, que sepan todos los mexicanos de lo que estamos hablando, es la sugerencia de la presidenta Claudia Sheinbaum”, dijo este martes Monreal.
En espera de la reacción que tenga este miércoles el presidente López Obrador en su mañanera y de saber si esta petición de la doctora a los futuros diputados fue una decisión autónoma o si tiene el consenso de su jefe político, lo que es un hecho es que anoche, cuando Monreal salió a hacer esa declaración, la noticia corrió como reguero de pólvora y fue todo un men saje para frenar el nerviosismo en los mercados, que ya reportaban anoche al dólar en 20.60 pesos y para tratar de distensar las presiones nacionales y extranjeras sobre el contenido de la reforma, particularmente en lo que respecta a la elección por voto de jueces, magistrados y ministros.
Pero también se puede interpretar la decisión de Claudia Sheinbaum -que en realidad regresa a su postura original de dar más tiempo a la discusión y debate de la reforma judicial, antes de que AMLO la presionara y la hiciera cambiar de opinión- como un primer intento de deslinde o de tomar distancia de las posiciones tan radicales y extremas que está asumiendo el presidente en su último mes al frente de la Presidencia.
Porque en medio del coro de señales, advertencias y cuestionamientos al contenido de su reforma al Poder Judicial, que propone elegir a los juzgadores federales por voto popular, el Presidente lejos de valorar y escuchar tantos y tan variados cuestionamientos desde dentro y fuera del país, ha comenzado a utilizar el discurso patriotero y de soberanía para no atender los argumentos de quienes expresan dudas, temores y hasta peligros en su reforma constitucional.
El colmo fue la absurda declaración de López Obrador de “poner en pausa” las relaciones con los embajadores de Estados Unidos y Canadá “hasta que aprendan a respetar nuestra soberanía”, esto luego de que el embajador Ken Salazar y también el embajador de Canadá, Graeme Clark, expresaran las dudas y temores de sus dos países ante estas reformas judiciales, aduciendo incertidumbre para las inversiones e incluso riesgo de permanencia del TMEC con México.
La nota diplomática del Departamento de Estado de Estados Unidos, con la que este martes respondieron al Presidente mexicano y a sus críticas y señalamientos de injerencismo en contra del embajador Salazar, dejó en claro que la Casa Blanca no está jugando con este tema ni acepta ninguna acusación de injerencia ilegal en asuntos internos de México, más allá de defender los intereses de sus inversionistas y el derecho que tienen a la certidumbre legal y jurídica para invertir su dinero en nuestro país.
Es en todo ese escenario, que ya se empieza a perfilar un arranque complicado para la administración de Claudia Sheinbaum, con amenazas de inestabilidad financiera y cancelación de inversiones y proyectos y con los pronósticos de las calificadoras internacionales de una posible recesión técnica en la economía mexicana para 2025, que la petición que le hace este martes la presidenta electa a los diputados de Morena es valorada como un gesto de prudencia y de que la doctora y sus asesores sí se están tomando en serio los señalamientos y advertencias sobre un impacto negativo de la reforma judicial a la economía y la estabilidad financiera mexicanas.
Está muy claro, pues, que en el dilema de si quiere ser “la primera presidenta” de México, que pueda iniciar su gobierno en condiciones estables y de certeza financiera y económica, o si prefiere ser “la primera rehén” de un presidente saliente que se niega a reconocer que los efectos y consecuencias de sus decisiones ya no le afectarán a él, pero sí a su sucesora, a la que tanto dice querer que le vaya bien, Claudia Sheinbaum Pardo ha dado un primer paso, tibio y aún no muy abierto, pero al final primer paso, para convertirse en la primera presidenta mexicana que pueda tomar sus propias decisiones. Ahora sólo falta ver cómo le cae eso al inquilino del Palacio… Giran los dados. Escalera Doble.